EquiX (en la asamblea de fantasmas)
Pero ojo que desea darme lecciones un persoaje que me inducía a suicidio, ojo que me dice que murió Tupak el tal personake.
Yo sé que hicieron a propósito esas imágenes.
También estoy al tanto de la nota de Caras y caretas.
En julio habrá elecciones en la CGT. Lo que se dirime no es sólo la conducción de la central obrera por los próximos cuatro años. Es, también, el tipo de relación que tendrá el movimiento obrero con el Gobierno.
la sucesiÓN
Quien logre imponerse en las elecciones de julio será el responsable de restablecer o terminar de romper la alianza estratégica entre el Gobierno y el movimiento obrero, que ambos sectores pregonan desde 2003. Desde mediados de 2011 –especialmente después de que Moyano anunciara su deseo de que un dirigente obrero llegara a la Casa Rosada y de los pocos lugares que los dirigentes sindicales obtuvieron en las listas a diputados y senadores en las elecciones de octubre pasado– esa alianza parece caminar por la cuerda floja.
Es indiscutible la distancia que hay hoy entre la conducción actual de la CGT y la administración de la presidenta Cristina Fernández. Moyano le exige respuesta a la Primera Mandataria en una serie de reclamos que van desde la suba del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias y la eliminación de los topes para las asignaciones familiares, hasta devolver a los gremios el dinero adeudado por el Estado a las obras sociales, que el camionero estableció en 16 mil millones de pesos. Los dirigentes sindicales que buscan la salida del camionero coinciden con las demandas, pero cuestionan los métodos de Moyano para alcanzar las conquistas.
Tanto en el Poder Ejecutivo como en la oposición a Moyano afirman que la alianza Gobierno-movimiento obrero “está intacta”, pero condicionan su salud a un cambio de autoridades en la CGT. Dentro del propio moyanismo también hay sectores que bregan por reconstruir los puentes entre Casa de Gobierno y Azopardo al 800. Y buscan que eso ocurra antes de las elecciones de julio. Pero hay otro sector dentro de los hombres de confianza del líder camionero que busca acentuar las contradicciones con la administración de Fernández.
El escenario electoral. Moyanismo y antimoyanismo están convencidos de que lograrán imponerse en julio.
Los hombres cercanos al líder camionero aseguran que les dan los números y que, en sus recorridas por el país, los trabajadores de todos los sectores le muestran incondicional apoyo. Pero como las elecciones de la CGT no se hacen por el voto directo de los afiliados, sino a través de cerca de dos mil delegados congresales, la clave del supuesto triunfo de Moyano estaría respaldada por dos decisiones. Por un lado, en haber establecido el voto secreto de los congresales, cosa que permitiría que distintos dirigentes voten en disidencia con el líder del gremio al que pertenecen. Y por el otro en haber convocado al Comité Central Confederal para el 23 de mayo próximo, donde el moyanismo incorporará treinta sindicatos que pidieron sumarse, lo que le aportaría al camionero más cantidad de delegados afines.
El objetivo principal del voto secreto es –según afirman los moyanistas– que el 30 por ciento de los confederales de Comercio que se inclinan por Moyano podrán votar por él sin temor a represalias del secretario general, Armando Cavalieri, que integra la activa oposición al camionero desde el sector de los “gordos” (por los gremios grandes de servicios).
Por otro lado, el moyanismo sabe que contará con el apoyo de los delegados que aporte Gerónimo “El Momo” Venegas, luego de haberlo defendido cuando fue detenido por el juez Norberto Oyarbide en el marco de la causa “mafia de los medicamentos” y de que los tres diputados cegetistas (Héctor Recalde, Omar Plaini y Facundo Moyano) no votaran el proyecto oficial de modificar la ley del peón rural, que implicaba quitarle a la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre) su principal fuente de ingresos.
La oposición al líder camionero terminó de aglutinarse el mes pasado en un encuentro en el sindicato de Luz y Fuerza que reunió a más de cincuenta dirigentes sindicales de distintos sectores, cuyo objetivo principal es renovar las autoridades dentro de la CGT, “normalizarla y lograr que todos los sindicalistas sean pares”. Para eso, buscarán evitar llegar a la elección del 12 de julio próximo con dos listas. Son muchos los que interpretan que la compulsa llevaría a una inexorable fractura del movimiento obrero.
Dentro de este heterogéneo grupo (que nuclea a dirigentes “gordos”, barrionuevistas, ex moyanistas, independientes, kirchneristas e indecisos) hay posturas divergentes sobre cómo reemplazar a Moyano. Para algunos, las nuevas autoridades tienen que surgir de una conducción colegiada, en la que se representen distintos sectores. Para otros, la conducción debe estar encabezada por un líder sindical claro.
La mayoría de los que se inclinan por esta última opción (incluidos funcionarios del Poder Ejecutivo y dirigentes empresariales) opina que la CGT debe estar liderada por un secretario general de un gremio industrial. En su momento había sonado Gerardo Martínez (Uocra), pero luego de que su nombre apareciera en la lista de colaboracionistas del Batallón 601 durante la última dictadura militar, esa opción quedó descartada. También se especuló con que Ricardo Pignanelli, de Smata, podía reemplazar al camionero. Pero es sin duda Antonio Caló (UOM) el candidato más firme a disputarle la secretaría general a Moyano. Además, hasta ahora, es el único que se propuso abiertamente para hacerlo.
Eso sí, el metalúrgico aclaró que quiere ser el candidato del consenso y que no quiere competir con el camionero en julio. Él y la mayoría de los dirigentes opositores apuestan –de mínima– a que Moyano se baje de la candidatura y –de máxima– a que acompañe la conformación de una lista única con Caló como candidato.
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