“A ESTE BOCADITO ME LO COMO EN TRES MESES”, se le solía escuchar a Victorio Calabró antes del 25 de mayo, cuando se refería al gobernador de Buenos Aires, Oscar Bidegain.
Hay que reconocer que hizo todo lo posible para cumplir con su promesa. Pero perdió. Lo que sigue es la historia de la conspiración armada por “el tano” Calabró para quedarse con el gobierno de la provincia; es también la historia de su derrota.
Esta historia tiene cuatro etapas: la primera va desde el 11 de marzo hasta el 25 de mayo; la segunda desde esa fecha hasta el 20 de junio; la tercera desde la masacre de Ezeiza hasta el 13 de julio, y la última desde la caída de Cámpora hasta el 20 de agosto.
Al tano no le importaba mucho gobernar, mucho menos hacer un buen gobierno, su interés era conseguir que Bidegain le diera algunos puestos claves en la administración provincial para manejar desde allí sus negocios.
Esa fue su primera derrota. Allí comenzó la conspiración.
Calabró creyó que Bidegain era apretable. Pensó que así lo ablandaría para negociar los cargos que necesitaba; cargos donde corre la tela, desde donde se cuidan los intereses.
Como se supo después por los diarios, el taño quería la Dirección de Hipódromos, la presidencia del Banco de la Provincia y la jefatura Policía. Ya son 45 los caballos de carrera que pertenecen a Calabró, ¿por eso querría la Dirección de Hipódromos? El Banco de la Provincia de Buenos Aires es el segundo del país en cantidad de créditos que concede. Quizá le interesara la policía para proteger los lugares de diversión nocturna que posee en el interior de la provincia.
Pero se enfrentó con un hombre
que estaba dispuesto a compartir el gobierno con todas las ramas del movimiento. A lo que no estaba dispuesto era a negociar cargos por lo que éstos valían en pesos moneda nacional.
Mientras esto ocurría, en Buenos Aires no había enfrentamientos políticos de importancia. El Parlamento, donde hay mayoría sindical, no tenía problemas con el gobernador. La Juventud Perónista participaba en algunos cargos de la administración, lo mismo que la rama política y la gremial.
Pero el 20 de junio cambió la mano.
Calabró descubrió que podía colarse en la conspiración del brujo López Rega.
Su táctica entonces cambió. Desapareció de todos lados. Lo invitan a las reuniones de gabinete y no concurre. El juego era claro: al autoexcluirse, objetivamente convertía al gobierno de Bidegain en un gobierno sectario, que marginaba a uno de los sectores del movimiento.
Al mismo tiempo roscaba fuerte con el brujo, quien le concede un “papel de importancia en la conspiración contra Cámpora.
A la vuelta de un viaje a Formosa —en el cual se dice que compró tres mil ametralladoras pasadas de contrabando desde el Paraguay— Calabró hace declaraciones en el aeropuerto de Corrientes.
Es el 11 de julio. El taño dice que Cámpora debe renunciar. Y pasa su avisito (una para el brujo, otra para él): “existen gobernadores disfrazados de peronistas”.
A partir de ese momento, Calabró se lanza a una ofensiva in crescendo.
Se reúne con intendentes. Convoca a los senadores radicales a su despacho y les dice “con Bidegain no se puede trabajar. No me quiso, dar los puestos que le pedí, pero, de todos modos, en el Directorio del Banco de la Provincia hay un hombre mío… que también lo es de ustedes…, para lo que necesiten”.
Para esa altura de la conspiración Calabró comienza a cobrar los réditos de su colaboración con el brujo. La CGT de La Plata y la mayoría del Senado apuntan sus cañones contra el gobierno de la provincia y contra la Juventud.
La ofensiva alcanza su punto más alto con el autoatentado de Diéguez y la huelga general del día siguiente.
El miércoles 1? de agosto los diarios de la tarde traen la noticia de que ha sido ametrallado, esa madrugada, el secretario general de la CGT regional La Plata, Rubén Diéguez. El dirigente, sin embargo, sólo ha sido rozado por un proyectil en una pierna.
Posteriormente se sabe que el médico policial que lo revisó —quien no se atrevió a hacer declaraciones públicas— había establecido que era una herida superficial que podía haber sido causada por un palo o un vidrio.
De todos modos, la CGT regional La Plata declara un paro de repudio para el día siguiente y el paro es un éxito.
Claro que para ello recurrieron a los más variados métodos:
1. El amedrentamiento a los sindicatos que no estaban de acuerdo.
2. Varios automóviles dieron vueltas por el centro de la ciudad haciendo disparos al aire y arrojando petardos; de este modo logran que cierren los comercios y que la gente se meta en sus casas.
3. Piquetes de matones sindicales se ubican en las terminales de las líneas de transporte urbano y suburbano inmovilizando a los colectivos.
4. La CGT de La Plata hizo un acuerdo con las patronales. Muchas fábricas cierran sus puertas espontáneamente.
La huelga es el punto culminante de la ofensiva. El tano espera que después de eso renuncie el gobernador. Sin embargo esto no se produce.
Y el frente armado por Calabró para dar la ofensiva empieza a resquebrajarse. Es que muchos de los sectores que se habían aliado objetivamente a la ofensiva del taño, vieron que éste no era un ganador tan seguro, y empezaron a negociar.
El presidente de la Cámara de Diputados, Manuel Lázaro Roca, por un lado, y los sindicalistas Herminio Iglesias y Paulino Niembro, por otro, se ofrecen como intermediarios para zanjar el enfrentamiento.
La situación parece estancada cuando llega el 14 de agosto.
El brujo y Lastiri lo convocan a Bidegain y “lo apretan”. López, invocando supuestas instrucciones de Perón, pide la cabeza de Troxler, de Rolando García y de otros funcionarios.
Ya se acerca la definición. Unos días antes Calabró con un grupo de senadores va a Gaspar Campos donde los recibe López Rega. Claro que el tano aprovecha que Perón sale a despedir a una delegación de las 62 Organizaciones que había estado con él y se cuela. De ese modo, puede decirle al periodismo que estuvo reunido con el General.
A los tres días, el viernes 17, trasciende que se reestructurará el gabinete provincial. Calabró y su gente esperan la definición. Están convencidos de que van a ligar lo que querían: la Dirección de Hipódromos, la presidencia del Banco Provincia y la jefatura de Policía. Esperan además ligar en el reparto los ministerios de Bienestar Social, Obras Públicas y Asuntos Agrarios.
El lunes 20 Bidegain anuncia que ha terminado la reestructuración ministerial con la designación de Manuel Urriza para la cartera de Gobierno, y de Boccalandro para la de Bienestar Social. Calabró se queda solo. Es que tanto Urriza como Boccalandro son conocidos militantes peronistas de La Plata, de muy vieja trayectoria. Boccalandro, por su parte, fue ministro de Salud Pública durante la gobernación del coronel Domingo Mercante. Manuel Urriza, a su vez, es un hombre formado al lado del principal dirigente de la rama política del Movimiento en La Plata, Julio Americe.
Ya la ofensiva de Calabró no puede mantenerse.
Todos los sectores son conscientes de que el gobierno bonaerense amplió su base de sustentación política. Insistir en el ataque es pecar de ultrasectario, casi antiperonista.
Pero el tano no afloja. Cuando el flamante ministro de Gobierno, Manuel Urriza, fue al Senado a presentarle sus saludos, Calabró se negó a recibirlo.
Y se quedó solo. Porque el presidente del bloque de senadores del Frejuli, Carlos A. Gastaldi, lo recibió a Urriza junto con todos los senadores y mantuvieron una cordial charla.
Este es el punto en el cual el tano ya empieza a perder del todo.
Todo el Movimiento, en la provincia, entiende que Calabró se pasó de rosca. A algunos sectores, además, les llegó la misma opinión de parte del General Perón.
Es que Calabró no va a retroceder. Va a seguir insistiendo en sus ataques. Va a seguir con su custodia de 36 pesados. Cuando entra al Senado es un espectáculo, el taño va en el medio de una línea de 12 tipos con ametralladoras debajo de los sacos.
Pero va cada vez más solo.
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