Bilderberg y la guerra de Malvinas (Daniel Estulin)

La guerra de las Malvinas, un conflicto totalmente manufacturado entre una ‘nación agresora’, la dictadura argentina, y un país ‘amante de la libertad’, Gran Bretaña, dio al Nuevo Orden Mundial la oportunidad de mostrar su impresionante arsenal y así advertir a cualquier nación de las consecuencias de no someterse totalmente. “El sometimiento del Gobierno argentino, seguido del caos económico y político de la nación, estuvo planeado por Kissinger Associates, en asociación con Lord Carrington”, según confirman mis propias fuentes de investigación, en este caso uno de los principales agentes del MI6 convertido ahora en un cruzado anti Nuevo Orden Mundial.

Ronson escribió un libro titulado ‘Adventure with Extremists’ (Picador, 2001, en el que describe cómo durante la Guerra de las Malvinas, el gobierno británico pidió que se aplicaran sanciones internacionales contra la Argentina, pero se encontró “con una dura oposición. En un encuentro Bilderberg, en Sandefjord, Noruega, David Owen, miembro del Parlamento británico, pronunció un encendido discurso a favor de las mismas. Ese discurso torció muchas voluntades. Estoy seguro de que muchos ministros de Asuntos Exteriores volvieron a sus países para transmitir el mensaje de Owen. Por supuesto, las sanciones llegaron”. La hermosa historia de la cooperación internacional entre países es simplemente una falsedad. La realidad es mucho más macabra, con muchos muertos “desparramados en el camino de los universalistas”.

La operación argentina fue diseñada por el Instituto Aspen, de Colorado, que, a su vez, está controlado por los Rockefeller. Si la caída del sha de Irán tuvo que ver con el comercio de drogas, en la guerra de Malvinas el asunto tenía que ver con la energía nuclear y el necesario objetivo de los bilderbergs de
conseguir el crecimiento cero.
El objetivo del Club es desindustrializar al mundo mediante la supresión del desarrollo científico, empezando por USA. Por eso, no le convienen los experimentos sobre fusión como posible fuente de energía nuclear.
Como dice otra vez John Coleman, en ‘Committee of 300’, “el desarrollo de una fuente de energía como la fusión nuclear no interesa, ya que echaría por la borda el argumento de los ‘recursos naturales limitados’. Esta fuente de energía, debidamente empleada, podría crear recursos naturales ilimitados a partir de sustancias ordinarias. El beneficio para la humanidad rebasa la comprensión del público”.
¿Por qué los seudodefensores del medio ambiente financiados por las multinacionales odian tanto la energía nuclear? Porque las centrales de energía nuclearpodrían producir electricidad abundante y barata, “lo cual es clave para sacar a los países del Tercer Mundo de la pobreza”.
Coleman explica que “los países del Tercer Mundo se independizarían gradualmente de USA, ya que no necesitarían ayuda externa. Esto les permitiría afirmar su soberanía”.
Menor ayuda externa significa menor control externo de los recursos naturales de un país y mayor independencia de su pueblo. La idea de que los países se manejen por sí mismos simplemente les revuelve el estómago a todos los miembros del Club y a sus adláteres. Los bilderbergs vieron que sus planes de crecimiento cero pos industrial se iban a pique y decidieron “dar una lección ejemplar a la Argentina y a los demás países latinoamericanos. Debían olvidarse de cualquier idea de nacionalismo, independencia e integridad soberana”. La elección de la Argentina no fue casual. Se trata del país más rico de Sudamérica y proporcionaba tecnología nuclear a México, lo cual disgustaba a los miembros del Club. La guerra de las Malvinas acabó con esa colaboración. Sin duda, es mucho mejor tener a México como fuente de mano de obra barata que como un interlocutor comercial al mismo nivel. Debido al constante bombardeo de propaganda negativa, pocos estadounidenses se dan cuenta de que Latinoamérica es un mercado potencial muy importante para USA. Allí pueden vender de todo, desde tecnología a bienes industriales pesados. Como John Coleman afirma, indignado, “actividades que dan trabajo a miles de estadounidenses y que inyectan dólares a todo tipo de empresas”.

Bilderberg y la guerra de Malvinas (Daniel Estulin)

Derechos Human Rights

Sin Marcos

Derecho a la Libre Expresión

El derecho a la libre expresión es uno de los más fundamentales, ya que es esencial a la lucha para el respeto y promoción de todos los derechos humanos. Sin la habilidad de opinar librememte, de denunciar injusticias y clamar cambios - el hombre está condenado a la opresión.

Por estas mismas razones, el derecho a la libre expresión es uno de los más amenazados, tanto por gobiernos represores que quieren impedir cambios, como por personas individuales que quieren imponer su ideología o valores personales, callando los otros.

La lucha por la libertad de expresión nos corresponde a todos, ya que es la lucha por la libertad de expresar nuestro propio individualismo. Respetar la libertad de los demás a decir cualquier cosa, por más ofensiva que la consideremos, es respetar nuestra propia libertad de palabra.

Derechos Human Rights está comprometido con la lucha por la libertad de expresión definida en los términos más amplios. Esta página está concevida como un lugar donde encontrar información básica sobre que significa la libertad de expresión. Recién se inicia, así que apreciamos su colaboración con información, artículos y enlaces que agregar.


Libertad de Expresión en la Legislación Internacional y Comparada

Jurisprudencia Internacional sobre la Libertad de Expresión

    Corte Interamericana de Derechos Humanos

  • Fallo sobre la Ultima Tentación de Cristo
    Feb. 2001

  • La Colegiación Obligatoria de Periodistas
    (Arts. 13 y 29 Convención Americana Sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva del 13 de noviembre de 1985
    Dicidiendo "que la colegiación obligatoria de periodistas, en cuanto impida el acceso de cualquier persona al uso pleno de los medios de comunicación social como vehículo para expresarse o para transmitir información, es incompatible con el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos."

  • Exigibilidad del Derecho de Rectificación o Respuesta
    (Arts. 14.1, 1.1 y 2 Convención Americana Sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva del 29 de agosto de 1986

    Comisión Interamericana de Derechos Humanos

  • Informe sobre la Comptabilidad entre las Leyes de Desacato y la Convención Americana sobre Derechos Humanos

  • Verbitsky v. Argentina
    Solución Amistosa, 1995 - en la cual Argentina concordó quitar la ley de desacato.

  • Martorell v. Chile
    1996 - Caso en que las cortes chilenas prohibieron la distribución de un libro en Chile por considerarlo violatorio del derecho a la privacidad de un sujeto del libro. La Comisión también declara que la prohibición contra la censura previa es absoluta (salvo la excepción permitida en la Convención sobre espectáculos para menores), y que Chile violó el derecho de libre expresión del peticionario al prohibir la distribución del libro.

Doctrina

Cuerpos de Protección a la Libertad de Expresión

El Derecho a la Réplica

El derecho a la libre expresión, y más especificamente la liberta de prensa, están de vez en cuando en pugna con otros derechos. Este es el caso con el derecho a la réplica. Una parte fundamental del derecho a la libre expresión es el derecho a no ser obligado a expresar algo contrario a la propia conciencia. Por lo tanto, el derecho a la replica - el derecho a contestar atraves del mismo medio acusaciones ofensivas - es una limitación clara del derecho a no decir lo que uno no quiere. El derecho a la réplica es parte de la Convención Americana por los Derechos Humanos, pero va en contra de el derecho constitucional a la libertad de expresión en varios países.

ONGs que trabajan por la Libertad de Expresión


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Derechos HR GILC Derechos Human Rights trabaja para promover el respeto a los derechos humanos y el derecho humanitario internacional. Derechos es miembro de la Campaña Global por la Libertad en la Internet.

viernes, 10 de febrero de 2012

El manicomio (si queres dañar la mente de alguien consultalos, no te van a defraudar)

La expresión es maciza, muerte al suicidado por la sociedad, Artaud debe morir, es clara la consigna, es clara, es concisa, es una orden, debe morir, debemos matarlo es el mandato social, está loco él o nosotros lo estamos, mejor si es él. Artaud debe morir.
De no matarlo, no podríamos vengarnos, Artadu debe morir porque nos vió humillándolo el corazón pútreo de una sociedad pustulienta que maquilla su epidermis de lagarto. Debe morir porque nos devuelve un horroroso reflejo de nosotros mismos, debe morir porque nos denuncia, debe morir porque para que viva el varios de nosotros debiéramos reconocer lo que hicimos, lo que le hicimos y de ser así moriríamos socialmente, para que así no sea debemos matar físicamente a Artaud, o a Equis, o a como sea que se llame ahora o en lo que ha rencarnado pero debemos hacerlo, llamemos a orquemada, estemos listos, hagamos escudos sobre la moral que simienta nuestra rancia sociedad de benefactores en la porquería del sistema que hemos fastuosamente de tirarle encima con todo el peso de la historia. Debemos matarlo porque es insultante que descubra que somos tan viles o peores que el peor.
 Debemos matarlo porque de no ser así quedarían evidenciadas nuestras cobardías, el abuso de poder, y la mierda que somos nosotros entonces mejor que la mierda la sea él. Porque de lo contrario ¿cómo explicaríamos que año tras año no dejamos de maltratarlo mientras estaba con dos ancianos enfermos? Seríamos la tapa de cada manual de hijos de puta en la tierra entera y sin excusas más que las que armamos nosotros y que solo nosotros nos creemos.

Oh Dios Perón, padre supremo de las revoluciones justicialistas, yo te invoco para que veas tu obra, cómo has hechado a los rojos de tu partido, y así, en tu santa trinidad pueda reinar la paz del vipartidismo...
Oh sí a tu izquierda el sucio comunista de John William y a tu derecha el santo Rucci, y luego Isabelita, llena era de gracia, y evita llegarle a los talones a Evita no porque lo desee sino porque no puede evitarlo... San Perón, san Duval que te re Duval...
Hágase la luz y extirpemos de nosotros peronólogos cualquier vestigio de comunismo, no sea cosa que nos confundan con Cuba, que el parecido es tan enorme desde luego...
Este peligroso elemento que dijo alguna vez que por lo menos hagan capitalismo en serio allá por 2008 en un blog que se llamó argentintasangantes, y que inmediatamente detectado por las huestes de la inquisición, se decidió chafarlo y fueron apareciendo los condesa sangrienta, los hermeneuta urbano, porque así es señores, Peron que todo lo ve, todo lo oye, todo lo sabe, sabe que yo, soy un peronista de izquierda y eso no es aceptable a no ser que uno se deje meter el dedo en el orto por los que estan más arriba. Y también por los opositores, es así que sentencio, ejecuto y obligo a que se erradique cualquier verdad inconveniente para el poder de cualquuier sector de poder y se aplique cualquier mentira conveniente para destruír al que sufre el abuso del mismo. He dicho.

Moraleja, vimos que a un tipo le pegaban entre veinte y nos sumamos a los veinte y yo también deseo ayudarlos.
 La religión de un ala un poquito derechosa parece
1 Honrraras a Perón por sobre todas las cosas, y al capital, no la obra de Carlitos el comunacho sino al capital lisa y llanamente.
2 No citarás el nombre de Perón en vano ni levantaras falso testimonio.
3 Obedeceras los preceptos que tus superiores demanden, así sea que te joda la vida oposición y oficialismo porque a un pelotudo se le ocurra joderte o a dos o a tres.
4 No pondras tus dedos en V en señal de pacifismo hippie, no tendras doble pensamiento. Respetaras a los cuidas a los celosos y a los que se creen dueños de las personas e incluso de las mujeres como sino tuviesen voluntad propia.
5 De no robarás durante los períodos de veda de dos años cada tanto citados por Barrionuevo.
6 jamás insultarás a ninguno de los apóstoles del peronismo aunque ellos insulten tus derechos.
7 No desearas la mujer que te desea si es del prójimo y menos que menos haras público tales cuestiones porque ante todo un caballero no tiene memoria.

Pero en el Deuteroniananarkist vegetarian dice
:

1 Odiaras al Estado por sobre todas las cosas, aunque le reclames al Estado que te asista económicamente y en el uso de sus estructuras.
2 Expropiaras la mujer y las pertenencias del prójimo y si te ocurre lo mismo pondras el grito en el cielo o apelaras a ariel chaca para que envíe un mensaje donde diga que le tirate ojistos a a una mina con novio que era amiga de sanzorete.
3 Culparas de todo al gobierno nacional y criticaras y criticaras pero sin plan concreto de cómo hacerlo mejor.

y continúa...


Claro que en las profecías díce

Aqui se queda la clara, la intrañable transparecia de tu anonimato incoherente comandante cheradicha.


Leer todos los manuscritos sería imposibles, traducirlos además es complicado. Hay que considerar que cada religión tiene mandatos inclaudicables en la búsqueda del poder.

Por ejémplo:
No sabemos aún qué quieren deccir cuando dicen: Patric Swaiz sí colonia pibes no, porque estan mal escritos los apellidos pero consideramos que los preceptos rtadichetos son una burla directa y ofensiva a nuesta identidad y deseos y que quieren llegar al poder en cualquier barco, hay radicales por todos lados como si no tuviesen identidad, como si fuesen un partido anarquista, y creemos que esa atomización se debe a que cuando la policía dispara. generalmente elige hacerlo avalado por carteles que llevan el nombre de sus próceres, este hallazgo no es mío. Un fotógrafo encontró en 2001 a un cana disparando bajo el cartel de la calle Hipólito Irigoyen, como si la patagonia volviese a repetirse. Cosa de radicales que siempre son tan ingleses.

Otras cositas de Dara Scully : )   El artistafotolog     ~     El blog de los maullidos

FINAL

domingo 25 de enero de 2009

El cazador la vio salir del edificio y sacudió la cabeza al ver las lágrimas en sus ojos. La siguió por las calles que empezaban a vaciarse de gente, y decidió abordarla cuando estaba a punto de llegar a casa.
-¡Daniela! – se acercó corriendo hacia ella y la miró con una sonrisa traviesa.
Ella, sobresaltada, se alejó un paso de él.
-¿Qué haces aquí? ¿Por qué apareces siempre en todas partes? – musitó.
El cazador tiró de una de sus trenzas y se encogió de hombros.
-Porque estamos predestinados. Eres el amor de mi vida, lo dice el libro. La chica rubia se quedó con el cazador, porque el lobo era malo. Demasiado feroz para aquella chica frágil – recitó, mirándola con los ojos brillantes.
-¿Y tú eres mejor para la chica frágil? – preguntó en voz baja.
-Sí. Yo te cuidaré, Daniela, te querré como nadie te ha querido. Te llevaré a merendar, y te leeré cuentos. ¿Te lee cuentos tu lobo? Seguro que no. Seguro que lo único que quiere es revolcarse contigo y creer que aún es joven. Ese lobo viejo solo quiere aprovecharse de ti, Daniela. Estoy seguro – se había acercado a ella y jugaba con sus trenzas sin dejar de mirarla.
Daniela se quedó callada un instante, sintiendo en el pecho el dolor de las palabras de Javier. El cazador rozó sus mejillas y buscó su mirada.
-No sé… - musitó, temblando.
Las lágrimas volvían a mojarle las pestañas.
-No tengas miedo, Daniela. Yo te cuidaré, estaré contigo siempre. Como en el cuento. ¿Lo terminaste de leer? Déjame que te lo lea – ella hizo amago de meter la mano en el bolsillo, y de repente se dio cuenta de que no llevaba la caperuza.
Se la había dejado en casa de Javier, y dentro de uno de los bolsillos, el pequeño cuento que había reescrito para él.
-Ya lo he leído – musitó, respirando la respiración del cazador, que cada vez estaba más cerca de sus labios.
-¿Ves? El destino – murmuró él, rozando sus labios.
Daniela le devolvió el beso, y dejó que aquel chico al que apenas conocía, que se había inventado un cuento de hadas con ella, la abrazara en medio de la calle en penumbra, bajo la luna que hacía rato que los miraba con tristeza. Después, se separó de él y negó con la cabeza.


En medio de la oscuridad, con la botella vacía sobre la mesa, Javier rompió a llorar. Sus cuarenta y cinco años le pesaron de pronto en el alma, y se dio cuenta de que sin Daniela, estaba perdido. Todo el amor que se había olvidado de dar en toda su vida había ido a parar a aquella chiquilla rubia.
-Javier… - Amanda entró en el salón, sin encender la luz, y se sentó junto a su marido.
Él se abrazó a ella, buscando su consuelo, sin dejar de llorar. Amanda le acarició el cabello sin decir una palabra.
-Amanda, he sido tan cruel con ella – balbuceó, borracho de alcohol y llanto.
Ella sonrió con tristeza.
-Seguro que no es nada que no tenga arreglo – aventuró.
Javier se rió con amargura.
-No, no se puede arreglar, Amanda. Ella se ha ido, la eché, destrocé su fragilidad. Debí escucharla, pero me cegaron los celos, no podía pensar. Solo quería que sintiera lo que yo sentía.
Alargó el brazo para coger la botella, pero la golpeó y cayó al suelo. Amanda se levantó, encendió la luz y empezó a recoger los cristales. Javier se agachó a ayudarla pero de pronto la mirada se le quedó suspendida en el aire. Amanda miró hacia donde miraba y se le encogió el corazón.
-Su caperuza – musitó, levantándose.
Dejó los cristales sobre la mesa y se acercó a la caperuza. La cogió, al llevarla al sofá, algo cayó desde el bolsillo al suelo.
-¿Qué es eso? – preguntó Amanda, señalando el cuento de Caperucita.
Javier lo recogió y acarició sus tapas. Amanda se acercó a él y contuvo la respiración.
-Es tu cuento – susurró.
Él asintió, abriéndolo por el final. La elegante de Javier daba paso a la de Daniela, abierta y clara. Los dos lo miraron como si de repente lo entendieran todo. Aquel cuento lo había empezado Javier para ella, hacía muchos años. El cuento para su pequeña Caperucita. Pero antes de acabarlo ella desapareció, y acabó dejándolo en la vieja librería que tantas veces le había visto rozar las tapas de sus libros.
-¿Se lo diste tú? – preguntó Amanda.
-No. Lo encontró en la librería vieja a la que solía ir hace años. Cuando empezó a leérmelo no podía creerlo. Lo escribí para ella y de repente estaba en sus manos.
-Como la guitarra – dijo Amanda de pronto.
Él la miró fijamente.
-Sí, como la guitarra.
Amanda se sentó en el sofá y dejó de mirar a su marido. En aquel instante lamentó que la botella se hubiera vaciado en el suelo.
-No puedes dejarla ir. – él la miró con sorpresa – Yo renuncié a ti, y me he arrepentido toda la vida. No puedes renunciar a ella. No podrás vivir con esa decisión.

Capítulo 10.

La vio llegar, con la guitarra colgada del hombro, y el corazón decidió jugarle una mala pasada y encogérsele en el pecho. La dureza de su voz se ahogó en la nieve que caía en copos pequeños, y tuvo que apretar los puños para armarse de valor.
-Hola, Javier - dijo ella, seria.
-Hola, Daniela.
El frío se metía en sus miradas, y tensaba el aire a su alrededor.
-Tu guitarra - murmuró ella, descolgándosela del hombro.
Javier la miró a los ojos, pero no la cogió.
-¿Puedo preguntar por qué te la llevaste? - inquirió.
-Ya lo sabes. Tienes que saberlo - la voz de ella se desmoronó.
Javier recordó los gritos y el desdén, los arañazos en el alma que se habían dado la noche antes. Ella se iba con el cazador, él perdía la batalla. Quiso hacerle daño y le exigió la guitarra, pero ahora era incapaz de cogerla. Los ojos de su pequeña Caperucita lloraban en gris, y a él le dolía cada músculo del corazón al mirarla.
-Quédatela, quiero que la tengas tú. Siempre fue tuya - musitó, metiendo las manos en los bolsillos.
Daniela dejó la guitarra en el suelo y se acercó a él. Buscó sus labios, despacio, y cerró los ojos al besarle.
-Tengo que irme - sonrió, se dio la vuelta y se internó en la oscuridad de la nieve que caía cada vez con más fuerza.

-Javier… - murmuró Cat, apretando la mano de Javier.
Tenía sobre el regazo la novela, inconclusa, y quería despertarle para acabarla. Él abrió los ojos y sonrió al verla despierta.
-Mi pequeña, cómo te sientes – se acercó a ella y la besó en la frente.
-Quiero acabarla – dijo, acariciando los folios.
Javier asintió, con un atisbo de miedo. Había escrito desde que Cat se había puesto enferma, y, día tras día, al verla en el hospital, había seguido escribiendo hacia un final que no tenía claro. Ahora ella, con los ojos brillantes y el rostro pálido, quería terminar lo que habían empezado cuando nada parecía a punto de acabar.
-¿Ahora?
-Sí. Dame un bolígrafo, quiero acabarla ahora.


Javier miró la guitarra, y, con los ojos llenos de fuerza, corrió detrás de Daniela.
-¡No te vayas! – ella se giró y lo miró a los ojos.
Javier la alcanzó y buscó sus labios. La besó como nunca la había besado, hablándole con las manos, con el corazón. Y Daniela respondió a su beso con toda el alma, con cada pedazo de piel que poseía. Abrazó a aquel hombre mayor, a su lobo, y supo que era todo lo que quería. Ya no tenía miedo, ya no se sentía huérfana y sola. No era frágil, nunca podría querer al cazador porque él necesitaba a alguien frágil. Y ella, Daniela Maestro, Caperucita, nunca volvería a ser frágil.
-Te quiero, te quiero, te quiero… Daniela, estoy loco por ti – dijo Javier, acariciándole el rostro, besándole las mejillas y el cuello.
Ella rió y se abrazó a él, dejó que, una vez más, la desnudara en aquella carretera para amarla como nunca. Se enredaron en sus pieles, mientras la guitarra les miraba sonriendo, sabiendo que desde siempre sus cuerdas habían sido de Daniela. Y el corazón de ella, de Javier.

Javier miró a Cat y sonrió. Ella también había elegido.


_________________

Llegó la hora de las despedidas. Lo que empezó siendo una novela erótica para mi lobo particular, ha acabado siendo, cómo no, lo que ella ha querido ser. Queda como versión corta, pero creo que recoge toda la esencia de lo que será en el futuro. Espero que todos los que la habéis seguido a lo largo de estos seis meses me digáis qué os ha parecido, y, sobre todo, que la hayáis disfrutado.

Hasta la próxima novela,

Dara Cat Scully

Capítulo 9. Segunda parte.

viernes 23 de enero de 2009

Daniela había dejado pasar toda la semana sin decirle a Javier por qué no había aparecido aquel lunes. Caminaba con la caperuza puesta, mojada de lluvia de verano, mientras pensaba en todo lo que quería decirle. Había llegado el momento de dejar atrás el miedo, de enfrentarse a sus fantasmas. Y sabía que quería que fuera con él. Había leído el final del cuento y lo había reescrito. Caperucita no se iría con el cazador, no elegiría lo fácil solo porque tuviera miedo. El lobo tenía garras y colmillos, podía destrozarla, pero era lo que ella quería. Había reescrito el cuento para él.
Cuando llegó al piso de Javier, estaba nerviosa. Temía que él se hubiera enfadado con ella por no aparecer. En las últimas semanas se habían convertido en dependientes el uno del otro, y sabía que había sido una estupidez desaparecer así. Javier no había intentado encontrarla, no había dado señales de vida, y eso la asustaba. Abrió la puerta sin hacer ruido, muy despacio, y en el interior del piso en penumbra se encontró con el olor de quien lleva horas fumando.
-Llegas pronto – susurró Javier, con voz ronca.
Daniela se estremeció.
Había bebido.
-Hola, Javier – musitó, quitándose la caperuza y dejándola sobre uno de los sillones.
Él se rió y se acercó a ella. Tenía la mirada encolerizada, pero sus ademanes eran serenos. Sostenía una botella de brandy en una mano y un cigarrillo consumido en la otra.
-¿Quieres? – le dijo, tendiéndole la botella.
Ella lo miró a los ojos, asustada, pero él dejó de mirarla.
-¿Pasa algo? – musitó.
Él volvió a reír con amargura.
-¿Que si pasa algo? Claro que no, Caperucita feroz. ¿Le preguntamos al cazador? – dejó la botella sobre la mesa y se abalanzó sobre ella.
Daniela lo esquivó y se alejó de él.
-Estás borracho. ¿Por qué estás borracho? – le preguntó, al borde del llanto.
-Porque eres una zorra. Porque te fuiste con otro. ¿Por qué? ¿No soy suficiente para ti, Daniela Maestro? ¿No te valía con destrozar mi pobre corazón de viejo, que tenías que hacerme saber que había otro? – ella lo miró un instante sin comprender, y después se le detuvo el corazón.
Javier los había visto.
-No es lo que piensas – musitó ella, tímida.
Ahora estaba más tranquila. Aquello solo era un malentendido. Pero Javier la miró con rabia, la cogió por las muñecas y la zarandeó.
-¡No es lo que piensas! ¡Y qué se supone que es, maldita zorra! Dímelo, Daniela, qué se supone que es. Quién es ese que te sigue a todas partes, con el que te vas cuando has quedado conmigo – estaba muy cerca de su cara y podía sentir su aliento lleno de alcohol.
Ella trató de soltarse pero la fuerza de Javier era mucho mayor. Estaba temblando y tenía más miedo que nunca, pero no estaba dispuesta a dejar que él la humillara.
-¡Si me dejaras explicártelo, lo entenderías! – le gritó.
Él la zarandeó con más fuerza.
-Me estás haciendo daño – gimió, pálida.
Javier la soltó al instante, y la miró con terror. Él también temblaba, y Daniela comprendió que aquello había sido el alcohol que corría por su cuerpo. Pero no le importaba, solo quería escapar de allí, enterrar el pánico que le apelmazaba la garganta.
-No quiero volver a verte – musitó él, sentándose en el sofá – No quiero volver a verte más. Y quiero mi guitarra, Daniela. Los dos sabemos que esa guitarra que llevas a todas partes es la mía – ella lo miró, incrédula.
-No te voy a dar mi guitarra – dijo, con el mentón levantado.
-¡Claro que me la darás! Esa guitarra es mía, y si te la tengo que quitar por la fuerza, lo haré. Ya te has quedado con mi corazón, no tienes derecho a quedarte con ella – cogió la botella y bebió despacio.
Daniela se aguantaba las lágrimas que se entreveían en sus ojos. Javier las veía, pero se sentía tan hundido que no era capaz de darse cuenta. Había perdido la razón, los había destrozado a ambos en medio de aquel salón en penumbra.
-Me voy – dijo Daniela, sin emoción en la voz – Dime donde quieres que te lleve la guitarra, y nos vemos a las seis allí mañana – Javier levantó la mirada y la miró como si no supiera que estaba allí.
-En la carretera donde te encontré – contestó, con voz ronca.
Daniela asintió con la cabeza, se dio la vuelta y, olvidando la caperuza en el sofá, salió del piso.

El domingo, la entrega final. Agradecería que ahora comentárais qué os ha ido pareciendo :)

Capítulo 9. Primera parte

martes 20 de enero de 2009

Clara miraba a Daniela, que tocaba la guitarra en silencio. Acariciaba sus cuerdas como si fueran la piel de una persona, y en sus ojos había fascinación. En ese momento, solo existían ella y la guitarra.
-¿Qué pasó ayer? – la interrumpió.
Cuando Daniela había llegado a casa, supo que pasaba algo. No había querido preguntar, y ella no le había dicho nada.
-Qué quieres decir – preguntó con brusquedad, dejando de tocar la guitarra.
Clara se levantó y se acercó a la ventana.
-Estás rara, desde ayer. ¿Pasó algo con Javier?
Daniela dejó la guitarra sobre la cama y cerró los ojos un instante.
-No vi a Javier. Estuve con el cazador – musitó.
Clara se giró y la miró con sorpresa.
-¿Qué? Cómo que con el cazador. ¿Y Javier? – quiso parecer curiosa, pero Daniela se dio cuenta de que aquello la alegraba.
-Apareció cuando iba a casa de Javier. Y él… no sé qué pasó. Me dijo que me fuera con él, y me fui. No quería irme, y mientras estuve con él pensaba en Javier, pero…
-Tienes miedo de que te abandone, como hicieron tus padres – contestó Clara, con tranquilidad – Tienes miedo de entregarte a algo que no sabes cómo va a terminar, y el cazador ha sido tu excusa.
Daniela asintió con la cabeza. En los ojos de Clara desapareció la satisfacción. Daniela siempre había buscado el camino más difícil, nunca se había conformado con lo seguro. Y aunque ella tuviera miedo del daño que podía hacerle Javier, sabía que era donde tenía que estar, el camino que debía seguir. Javier la hacía feliz, desde que había aparecido los ojos de Daniela estaban llenos de vida. No podía alejarse ahora por miedo, si no arriesgaba, no perdía, pero tampoco ganaba nada.
-Daniela, creo que deberías ir a ver a Javier. Creo que no tienes que tener miedo. Tus padres se fueron, pero él no tiene por qué irse. No puedes quedarte quieta solo porque tengas miedo a que alguien más se vaya y te haga daño – se acercó a su amiga y cogió una de sus manos.
-Me da miedo quererle – dijo Daniela de pronto.
-Lo sé.
-Pero quiero quererle. Me gusta sentirle junto a mí, me gusta leer con él, tocar para él. Me gusta que me mire como me mira, que me arranque la ropa y me haga estremecerme con el tacto de sus manos. Me gusta que sepa todo del mundo, que sea mucho mayor que yo. Me hace sentir que no puede pasarme nada malo. Con él, soy una niña, pero no tengo miedo de nada.
-Solo de perderle – sentenció Clara.

Javier caminaba en círculos por el salón, con la botella de vodka en la mano y la rabia dibujada en el semblante. Amanda le miraba sentada en el sofá, con el corazón encogido. Le dolía ver a su marido así.
-¡Se fue, Amanda! Se fue con ese chico, y no dijo nada. ¡Por qué tuvo que irse! Sabía que lo haría, sabía que estaba jugando conmigo como si fuera su juguete, que acabaría por marcharse – le temblaban las manos y tenía la mirada desenfocada.
Había empezado a beber cuando Daniela se había perdido con aquel chico por la calle, y no había parado hasta que Amanda había llegado a casa.
-Javier, por favor, siéntate – le pidió ella, asustada.
Nunca había visto a Javier tan fuera de si.
-¡No! No lo entiendes, Amanda. Se ha ido con otro. ¿Qué haré yo ahora? – dejó la botella sobre la mesa y miró a su mujer.
Se sentía vencido.
-Claro que te entiendo, Javier. La quieres, la quieres con locura y por eso te duele tanto. Pero deberías saber qué ha pasado antes de beberte todas las botellas del armario – él negó con la cabeza.
-La he visto más veces con él. No quiero saber nada de ella, no quiero que me explique nada. La próxima vez que aparezca la echaré a patadas – gritó, furioso.
Amanda se levantó y se acercó a él, pero Javier la rechazó y salió del salón. Estaba demasiado herido como para poder razonar.

Capítulo 8. Tercera parte

jueves 8 de enero de 2009

Clara se alegró cuando Daniela le contó lo del cazador. La historia con el lobo, que tan fascinante le había resultado al principio, la asustaba. Aquel hombre que buscaba a Daniela cada lunes era el camino hacia la incertidumbre, hacia un futuro que no pintaba feliz. El cazador, si embargo, parecía hecho para ella.
-Creo que deberías volver a verle – le dijo, tumbada en la cama, mientras acariciaba las cuerdas de la guitarra.
Daniela dejó el melocotón que se estaba comiendo y miró a su amiga fijamente.
-¿Por qué no te gusta Javier? – lo preguntó sin maldad, sin reprocharle nada.
-No lo sé. Es parte de tu pasado y me da miedo que te ate a él de alguna manera. Dejaste tu pasado atrás, y sé que te costó mucho hacerlo – murmuró Clara, con tristeza en la voz.
Daniela bajó la mirada y sintió que algo le aplastaba el pecho.
-No se lo he contado – musitó. Clara bajó de la cama y se sentó junto a ella.
-Lo entiendo. Quizás él lo sepa, y no haya querido decirle nada – le cogió las manos y se las apretó.
-Tampoco le he dicho que tengo su guitarra – confesó.
Clara la miró con sorpresa.
-¿Es su guitarra? ¿Cómo no me lo habías dicho antes? – Daniela se encogió de hombros.
Se levantó, cogió la guitarra y la puso sobre su regazo.
-Siempre ha sido mi secreto. Javier me tocaba a veces, me enseñó los primeros acordes. Yo me enamoré de ella nada más que la vi. La sentía viva, como si hablara en notas, como si me contara cosas. Y cuando me enteré de que nos mudábamos, al final del último verano que pasamos con él y su mujer, no pude evitarlo. Tuve que llevármela porque sentía que era mía.
-¿Y no pensaste en pedírsela? Yo creo que te la habría dado – preguntó Clara.
-No, no me la habría dado. No la había comprado él, era un regalo.
-¿De quién?
-De Amanda.


-Claro que recuerdo tu guitarra – respondió Amanda, sonriendo.

-¿Qué sería de ella? Siempre pensé que la debimos perder en alguna de nuestras mudanzas. Confieso que al principio me enfadé mucho, pero con el paso del tiempo creo que lo olvidé.
-Creo que sé dónde está – murmuró Javier.
Amanda lo miró con sorpresa.
-¿Dónde?
-Creo que la tiene Daniela.


De camino al piso de Javier, Daniela pensaba en el beso del cazador. No sabía si le había gustado o no, pero no podía olvidarse de él. Su insistencia le halagaba, pero tenía miedo de sus intenciones. Aquella seguridad en si mismo le hacía sospechar de él. Con Javier, sin embargo, no había sospechas ni miedos. Con él se sentía completamente segura. -¡Daniela! – alguien gritó detrás de ella. Se giró, distraída, y vio al cazador correr hacia ella. Sintió que, pese al calor de Agosto, la piel se le quedaba helada.
-¿Qué haces aquí? – el edificio donde Javier la esperaba estaba a pocos metros de ellos.
-Quería verte, chica rubia – dijo él, esbozando una sonrisa.
-¿Me has seguido? – inquirió ella.
-Sí, algo así. Quiero invitarte a merendar. El otro día solo fueron fresas, ahora tengo muchas cosas más. Quiero que vengas conmigo y dejes a ese lobo – Daniela, inquieta, se preguntó cómo sabría él que iba a ver a Javier.
Quizás la había seguido más veces.
-No puedo ir contigo, tengo otros planes – miró el edificio de Javier y empezó a caminar, pero el cazador le agarró del brazo y la detuvo.
-Si tanto te quiere, esperará. No le importará que no vayas un día. Venga, de qué tienes miedo. ¿Crees que se enfadará? Si lo hace no merece la pena. No eres suya, puedes ir a merendar con quien quieras. Fíjate, es una tarde de lunes maravillosa. ¿En serio quieres pasarla dentro de una habitación? Nadie debería esconderte en una tarde así, Daniela. Aunque a lo mejor podrías ir con él a merendar – la cara de ella se ensombreció – ¿Qué pasa? ¿Que no salís nunca de allí? Qué triste, qué poco te quiere. Si yo fuera tu lobo, te llevaría a un millón de sitios, no te escondería. Le gritaría al mundo entero que eres lo mejor que me ha pasado – se puso serio y la miró fijamente a los ojos - ¿No te has preguntado que por qué te esconde? Yo no te escondería, Daniela. Nunca.
Ella lo miró con los ojos llorosos y sacudió la cabeza.
-Iré contigo.
Él sonrió y tiró de su mano. Daniela, dudando, caminó junto a él y ambos se perdieron por la calle. A lo lejos, alguien los miraba, pálido. Javier, desde la ventana, sentía que el mundo se volvía gris al ver a su Caperucita irse con otro.

Capítulo 8. Segunda parte

sábado 3 de enero de 2009

Caperucita tocaba para el cazador. Y el sol, de fondo, se difuminaba en el cielo. El primero de agosto escribía su propia historia, inmerso en fresas y cuerdas de guitarra. El cazador, sonriendo con descaro, la había incitado a que tocara para él, y Daniela, con un deje de curiosidad en la mirada, había accedido.
-¿Me contarás su historia? – preguntó.
-¿Por qué quieres saberla? – contestó ella, sin dejar de tocar.
El cazador cogió la punta de una de sus trenzas y sonrió.
-Porque es la clave de todo. Si sé la historia, el lobo tendrá que irse con el rabo entre las piernas – en su mirada había triunfo.
-No te contaré su historia – sentenció Daniela.
-Eso es porque tienes miedo, miedo de que yo tenga razón, de que si de verdad me la cuentas, comprendas que tienes que quedarte conmigo. Daniela, lo sabes desde siempre. El lobo es demasiado viejo para ti – el cazador habló en voz alta, como si diera un discurso.
Se levantó y caminó alrededor de ella, sin esperar una respuesta. Había conseguido llevarla con él, y que tocara la guitarra. Era cuestión de tiempo que consiguiera hacerla hablar. Mientras, tendría que mantenerla alejada de ese lobo viejo al que conocía tan bien.
-¿Qué tienes tú en contra del lobo? Si ni siquiera le conoces – dijo ella de pronto, dejando de tocar.
Por un instante, la mirada del cazador se llenó de sorpresa.
-Quiero que seas mía – se acercó a la bolsa de lona de Daniela, que descansaba en el suelo, y en un rápido movimiento que ella no pudo evitar, sacó el cuento de Caperucita.
-Te voy a leer un poco – dijo, desdoblando la página que marcaba dónde iban leyendo Daniela y Javier. Ella, furiosa, saltó sobre él y trató de quitarle el libro de las manos, pero el cazador era más alto que ella y lo mantuvo fuera de su alcance.
-¿Qué teme Caperucita? ¿Acaso le da miedo saber cómo acaba? – sus ojos se burlaban de ella.
-¡Dámelo, devuélvemelo! – gritó ella, saltando sobre él.
Sus cuerpos se tocaron, y el rostro del cazador cambió.
-Bésame y te lo devolveré.
-No pienso besarte – respondió ella, rabiosa – O me devuelves el libro o te vas a enterar – él rió y rozó una de sus mejillas.
-Mi pequeña Daniela… - se acercó despacio a ella y la besó.
Y Daniela le devolvió el beso.


Cat dejó de escribir y se llevó las manos a la cabeza.

-¡Cat! – Javier la cogió antes de que cayera al suelo.

Capítulo 8. Primera parte

martes 30 de diciembre de 2008

-Fresas, chica de las trenzas – el cazador apareció entre las estanterías, y Daniela, asustada, dejó caer el libro.
-No me gustan las fresas – le espetó ella.
Recogió el libro, volvió a arrellanarse en la butaca, y fingió que leía.
-Vamos, pruébalas. Estoy seguro de que te van a gustar – le tendió la cesta llena de fruta, mirándola con una sonrisa.
Era poco más mayor que ella, y tenía la piel de aceituna, como quien pasa mucho tiempo bajo el sol. Sus ojos verdes brillaban como los de un niño travieso, conservando una pizca de infancia en su interior. Con gestos burlescos, la incitó a coger una fresa, consciente de que ella lo miraba fijamente.
-¿Por qué Caperucita se enreda con el lobo? Si sabe que se la va a comer. Es un caso perdido de antemano, una historia con el final escrito. ¿Cómo acaba el cuento? ¿Lo has leído? – dijo él, mirándola mientras ella se llevaba la fresa a los labios.
-¿A ti qué más te da lo que haga yo con el lobo? – preguntó, sin poder disimular la curiosidad.
-Estoy enamorado de ti. Cuando te vi por primera vez en la librería, supe que me habías elegido. Eres mi cuento, chica rubia – ella frunció el ceño.
-Estás diciendo majaderías. No me conoces de nada, ¡Cómo vas a quererme! – él se rió e hizo una reverencia.
-Cierto, princesa, son majaderías – se puso serio – Daniela, sé que eres el amor de mi vida. Sé que tengo que rescatarte del lobo. ¿Quién es? – se sentó en el suelo y esperó a que ella dijera algo.
Sabía que le hablaría de él.
-Lo conocí cuando era pequeña. Me contaba cuentos.
-Oh, no me digas. Y la pequeña se enamoró perdidamente del hombre mayor. ¿Verdad? – Daniela lo miró con rabia.
-No tienes ni idea, chico que va de listo. No me enamoré de él. Me contaba cuentos y tocaba canciones con la guitarra – inconscientemente, Daniela miró la guitarra que descansaba en el suelo.
-¿Es su guitarra? ¿Te la regaló? – inquirió, perspicaz.
-Sí, es su guitarra. Pero no me la regaló.

Javier fumaba mientras miraba a su mujer, que dormía enredada entre las sábanas. Pese al paso de los años, seguía teniendo un deje lánguido de belleza.
-Creí que te habrías ido – musitó, medio dormida.
Se frotó los ojos y sonrió a su marido, que seguía fumando, impasible, sin dejar de mirarla.
-¿Recuerdas mi vieja guitarra?


¿Sabe Javier qué fue de su guitarra?

Quizás se lo imagine. O quizás no sepa nada.

La tiene ella. Se la llevó.

Capítulo 7. Cuarta parte.

viernes 26 de diciembre de 2008

Había tomado demasiadas copas cuando llegó al hospital. Arrastraba en la mirada la luz de aquellos que han perdido la cordura, y aunque en sus ademanes seguía estando la seguridad de siempre, algo dentro de ella sonaba a derrumbe. Se puso la bata como una autómata, y antes de empezar a trabajar, se tomó otra copa.

Javier terminó su cigarro cuando su mujer entró en la habitación. La había escuchado llegar y, con el corazón acelerado, casi como un niño, esperaba la opinión de ella sobre la novela.
-Amanda, ¿Ocurre algo? – a Javier le cambió la cara al verla entrar.
Su mujer se tambaleaba y tenía el rostro vacío de color. Más que borracha, parecía enferma.
-Creo que tengo un nombre para tu chica joven – él la miró sin comprender, preocupado.
-¿Cómo?
-La chica joven de tu novela – dejó el manuscrito sobre la mesa, sin cuidado, y le miró a los ojos.
-¿Qué te parece Daniela? Daniela Maestro – él palideció y volvió a sentarse.
Amanda soltó una carcajada triunfal, cargada de amargura, y buscó en el mueble bar algo para beber.
-No hagas eso – Javier se levantó y se acercó a ella – creo que has bebido demasiado. Deja la botella – Amanda lo miró como un animal herido, sin soltar la botella de vodka.
-¡No me digas lo que tengo que hacer! – le espetó, apartándose de él.
Javier se abalanzó sobre ella pero Amanda le amenazó con la botella.
-Por el amor de Dios, basta ya. No hagas esto, no te hagas esto, Amanda. Déjame que te lo explique – no alzó la voz.
Tenía miedo de cómo pudiera reaccionar ella.
-¿Qué tienes que explicarme? ¿Que te van las jovencitas? ¿Que fue ella? No me digas, en lugar de cuentos le gustaba que la tocaras. ¿Qué coño le hacías a esa niña, Javier? ¡No te me acerques! – volvió a gritar, al ver que él, pálido, se acercaba a ella.
-Amanda, estás diciendo majaderías. La chica es Daniela, sí, es ella. No sé como diablos lo sabes, Amanda, pero en lo demás te equivocas. Escúchame, nunca, jamás, le puse una mano encima cuando era niña. Jamás la vi de esa manera. Tienes que entenderlo – ella le miró fijamente a los ojos.
Estaba temblando.
-No… no, no lo creo – balbuceó, dejando caer el brazo.
La botella se hizo añicos contra el suelo. Javier se acercó a ella muy despacio.
-Mírame a los ojos, Amanda – ella, sin dejar de temblar, lo miró – Te juro que jamás toqué a Daniela cuando era una niña. Ni a ella ni a ninguna otra. No estaba esperándola, no he dejado que pasaran los años para poder estar con ella. Apareció, de la nada, un día. Pero no había nada antes. Tú me conoces mejor que nadie, sabes que jamás haría algo así – la rodeó con los brazos y esperó a que ella dijera algo.
Pero Amanda no tenía palabras. Solo alcohol en la sangre y en el corazón. Solo ganas de llorar. Le faltaban las razones, pero se sentía vencida. Quizás las tenía todas, pero no sabía verlas. Dejó que su marido la abrazara, que su olor, después de tanto tiempo, volviera a impregnarse en su cuerpo, y cuando la llevó a la cama y ambos se enredaron, le llegaron todas de golpe. En realidad, siempre le había querido.

¿Por qué esto ahora, Cat?

Porque quizás Daniela no esté para siempre.






El libro era el padrino de Puzzo. Por entonces sucedía algo llamativo, alguien dijo viste, yo te dije que estos dos eran amigos, en alusión a juan y yo pero dicho hacia el lado de correpi y de la izquierda no k. Lo cual me llamó la atención porque de inmediato por el dicho de juan se me asoció al macrismo, ahí vi que alguien allí pretendía descalificarme, y entonces le dije a juan que leían mi correspondencia sin que la muestre, alguien vio viejos mails. Como vieron que podía aclarar algo, otra vez metieron pua y me enemistaron y así con cada persona desde el día en que empezaron y en particular desede que empezaron a meter mano personas ligadas a dibujantes y a contactos de gente que conocí.

No tengo seguridad de que sea nada o de que no sea, de lo que tengo seguridad es de que había quienes tenían una onda no tan jodida como la de otros que realmente habían tenido muy malas intenciones. Y este es uno de esos blogs y contactos.
¿Porque todos los años jodiendo? ¿Que pensaban que iba a suceder? ¿quien podría haber mantenido el equilibrio? ¿que clase de personas son? Desde luego llegó un momento en el cual ya yo no sabía muy bien que pensar de nadie, pero parecía realmente que había un complot. Y a la vez internas y a la vez personas de poder puntual, y todo se volvía cada vez más raro y nadie revisaba nada hasta no tener garantizado que pudiesen hacer vaya uno a saber que, hermeneuta según fersanchuz no había registrado, me ofrecían tregua y lo curioso es que alguien la boicoteó y a la vez eduardo de corresponsales ponía ahora me quedo todo, y en definitiva era a diario una locura que a alguien seguramente ha de beneficiar pero definitivamente no es a mí.

Pequeñas cosas que habrían evitado todo en absoluto:
1 hermeneuta urbano aclarase si estaba con los sanjo, con berachochea o con mi padre y hermano y de no ser así cómo consiguió mis textos, entonces me hubiese quedado tranquilo.
2 la que decía ser sanjo o jb no hubiese dicho por conveniencia que yo estaba con mi padre cuando el me amenazó y no hubiese tenido yo que alararlo y nadie se habría aprovechado de ello.
3 Si Eduardo de corresponsales y otros no hubiesen dicho ahora me quedo todo, y no hubieran dicho que me pinchaban los mails.
4 si alguien me pudiese explicar como carajos es que pareciera haber un micro en el depto. y gente que oye tras la pared.
5 si apareciera el augusto que vino de visita explicando a que vino o si apareciera el pablo que vino y me choreó bastante luego de que ya hermeneuta y otros publicaban cosas mías.
6 si nico no tuviese contactos radichetas y un día hiciera como que está con blajaquis y al otro con sanchuz y a la vez usasen su correspondencia, en fin si todo no fuese una completa maraña de intnciones y acciones descabelladas. Se hubiese podido evitar si en todas las etcéteras que faltan no faltase también que alguien pudo borrar algo para culpar a la pare contraria etcétera, se podría habr evitado si pudiese explicar tranquilo y pausado miles millones de páginas donde se ponían de seguidores de vanesa y de otros y dejaban comentarios a jc y si alguien hubiese notado que me sacaban la vida misma, que no era ni normal ni justo, que me habían hecho mierda y que sufría demasiado como para tolerarlo sin estallar.
Siempre se pudo evitar, pero matarme era más fácil o más deseado no sabría precisarle, saque usted sus propias conclusiones.
Digan lo que digan y hagan lo que hagan cuando fue lo de Gabriel se avisó antes. Y una sola persona estaba dispuesta a reconocerlo pese a que rosa b. oscar c. y otros sabían que las fechas de los mensajes fueron anteriores a su arresto. Pavada de casualidad. Pero a nadie le importó.

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