Bilderberg y la guerra de Malvinas (Daniel Estulin)

La guerra de las Malvinas, un conflicto totalmente manufacturado entre una ‘nación agresora’, la dictadura argentina, y un país ‘amante de la libertad’, Gran Bretaña, dio al Nuevo Orden Mundial la oportunidad de mostrar su impresionante arsenal y así advertir a cualquier nación de las consecuencias de no someterse totalmente. “El sometimiento del Gobierno argentino, seguido del caos económico y político de la nación, estuvo planeado por Kissinger Associates, en asociación con Lord Carrington”, según confirman mis propias fuentes de investigación, en este caso uno de los principales agentes del MI6 convertido ahora en un cruzado anti Nuevo Orden Mundial.

Ronson escribió un libro titulado ‘Adventure with Extremists’ (Picador, 2001, en el que describe cómo durante la Guerra de las Malvinas, el gobierno británico pidió que se aplicaran sanciones internacionales contra la Argentina, pero se encontró “con una dura oposición. En un encuentro Bilderberg, en Sandefjord, Noruega, David Owen, miembro del Parlamento británico, pronunció un encendido discurso a favor de las mismas. Ese discurso torció muchas voluntades. Estoy seguro de que muchos ministros de Asuntos Exteriores volvieron a sus países para transmitir el mensaje de Owen. Por supuesto, las sanciones llegaron”. La hermosa historia de la cooperación internacional entre países es simplemente una falsedad. La realidad es mucho más macabra, con muchos muertos “desparramados en el camino de los universalistas”.

La operación argentina fue diseñada por el Instituto Aspen, de Colorado, que, a su vez, está controlado por los Rockefeller. Si la caída del sha de Irán tuvo que ver con el comercio de drogas, en la guerra de Malvinas el asunto tenía que ver con la energía nuclear y el necesario objetivo de los bilderbergs de
conseguir el crecimiento cero.
El objetivo del Club es desindustrializar al mundo mediante la supresión del desarrollo científico, empezando por USA. Por eso, no le convienen los experimentos sobre fusión como posible fuente de energía nuclear.
Como dice otra vez John Coleman, en ‘Committee of 300’, “el desarrollo de una fuente de energía como la fusión nuclear no interesa, ya que echaría por la borda el argumento de los ‘recursos naturales limitados’. Esta fuente de energía, debidamente empleada, podría crear recursos naturales ilimitados a partir de sustancias ordinarias. El beneficio para la humanidad rebasa la comprensión del público”.
¿Por qué los seudodefensores del medio ambiente financiados por las multinacionales odian tanto la energía nuclear? Porque las centrales de energía nuclearpodrían producir electricidad abundante y barata, “lo cual es clave para sacar a los países del Tercer Mundo de la pobreza”.
Coleman explica que “los países del Tercer Mundo se independizarían gradualmente de USA, ya que no necesitarían ayuda externa. Esto les permitiría afirmar su soberanía”.
Menor ayuda externa significa menor control externo de los recursos naturales de un país y mayor independencia de su pueblo. La idea de que los países se manejen por sí mismos simplemente les revuelve el estómago a todos los miembros del Club y a sus adláteres. Los bilderbergs vieron que sus planes de crecimiento cero pos industrial se iban a pique y decidieron “dar una lección ejemplar a la Argentina y a los demás países latinoamericanos. Debían olvidarse de cualquier idea de nacionalismo, independencia e integridad soberana”. La elección de la Argentina no fue casual. Se trata del país más rico de Sudamérica y proporcionaba tecnología nuclear a México, lo cual disgustaba a los miembros del Club. La guerra de las Malvinas acabó con esa colaboración. Sin duda, es mucho mejor tener a México como fuente de mano de obra barata que como un interlocutor comercial al mismo nivel. Debido al constante bombardeo de propaganda negativa, pocos estadounidenses se dan cuenta de que Latinoamérica es un mercado potencial muy importante para USA. Allí pueden vender de todo, desde tecnología a bienes industriales pesados. Como John Coleman afirma, indignado, “actividades que dan trabajo a miles de estadounidenses y que inyectan dólares a todo tipo de empresas”.

Bilderberg y la guerra de Malvinas (Daniel Estulin)

Derechos Human Rights

Sin Marcos

Derecho a la Libre Expresión

El derecho a la libre expresión es uno de los más fundamentales, ya que es esencial a la lucha para el respeto y promoción de todos los derechos humanos. Sin la habilidad de opinar librememte, de denunciar injusticias y clamar cambios - el hombre está condenado a la opresión.

Por estas mismas razones, el derecho a la libre expresión es uno de los más amenazados, tanto por gobiernos represores que quieren impedir cambios, como por personas individuales que quieren imponer su ideología o valores personales, callando los otros.

La lucha por la libertad de expresión nos corresponde a todos, ya que es la lucha por la libertad de expresar nuestro propio individualismo. Respetar la libertad de los demás a decir cualquier cosa, por más ofensiva que la consideremos, es respetar nuestra propia libertad de palabra.

Derechos Human Rights está comprometido con la lucha por la libertad de expresión definida en los términos más amplios. Esta página está concevida como un lugar donde encontrar información básica sobre que significa la libertad de expresión. Recién se inicia, así que apreciamos su colaboración con información, artículos y enlaces que agregar.


Libertad de Expresión en la Legislación Internacional y Comparada

Jurisprudencia Internacional sobre la Libertad de Expresión

    Corte Interamericana de Derechos Humanos

  • Fallo sobre la Ultima Tentación de Cristo
    Feb. 2001

  • La Colegiación Obligatoria de Periodistas
    (Arts. 13 y 29 Convención Americana Sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva del 13 de noviembre de 1985
    Dicidiendo "que la colegiación obligatoria de periodistas, en cuanto impida el acceso de cualquier persona al uso pleno de los medios de comunicación social como vehículo para expresarse o para transmitir información, es incompatible con el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos."

  • Exigibilidad del Derecho de Rectificación o Respuesta
    (Arts. 14.1, 1.1 y 2 Convención Americana Sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva del 29 de agosto de 1986

    Comisión Interamericana de Derechos Humanos

  • Informe sobre la Comptabilidad entre las Leyes de Desacato y la Convención Americana sobre Derechos Humanos

  • Verbitsky v. Argentina
    Solución Amistosa, 1995 - en la cual Argentina concordó quitar la ley de desacato.

  • Martorell v. Chile
    1996 - Caso en que las cortes chilenas prohibieron la distribución de un libro en Chile por considerarlo violatorio del derecho a la privacidad de un sujeto del libro. La Comisión también declara que la prohibición contra la censura previa es absoluta (salvo la excepción permitida en la Convención sobre espectáculos para menores), y que Chile violó el derecho de libre expresión del peticionario al prohibir la distribución del libro.

Doctrina

Cuerpos de Protección a la Libertad de Expresión

El Derecho a la Réplica

El derecho a la libre expresión, y más especificamente la liberta de prensa, están de vez en cuando en pugna con otros derechos. Este es el caso con el derecho a la réplica. Una parte fundamental del derecho a la libre expresión es el derecho a no ser obligado a expresar algo contrario a la propia conciencia. Por lo tanto, el derecho a la replica - el derecho a contestar atraves del mismo medio acusaciones ofensivas - es una limitación clara del derecho a no decir lo que uno no quiere. El derecho a la réplica es parte de la Convención Americana por los Derechos Humanos, pero va en contra de el derecho constitucional a la libertad de expresión en varios países.

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lunes, 13 de febrero de 2012

Gracias por la estadía Victoria (que el nazi yb sus secuaces vean donde llevaron su aventura y veremos que es qué, contribuya por favos)


En el tren que voy evito las rejas pensando en esa tarde. Tenco un corazón fiel pero un cuerpo nómada. Es así. Estoy narrando el diario de cómo reparto los apuntes finales.
Recibi tu dedicacion con un armado un mate una sonrrisa, el vino se había secado en mi remera y yo me peleaba con el sol bajo mi gorra, metido en mis apuntes. e filme o no. Hay un período aplicable y otro no para ello. Sobretoo si se busca algo mejor. Hay cosas muy utiles pero no es suficiente.
CAPITULO I : INTRODUCCION E IDEAS FUNDAMENTALES

La teoría General de Keynes, ha sido el centro de la polémica entre los escritores. El libro de Smith es un resonante reto al mercantilismo, el libro de Marx es una crítica demoledora del capitalismo y el libro de Keynes es una repudiación de los fundamentos del laissez faire.
La política económica práctica lleva la impronta del pensamiento de Keynes, más profunda aún que la teoría económica. Ejemplos de la amplia y creciente adaptación de la filosofía de Keynes acerca de la intervención estatal, la inversión pública y otras formas de la política económica ideadas para cubrir las brechas de la economía de empresas privada, son : las medidas de la política económica del New Deal, el Proyecto de la Ley de Murray sobre el empleo total de 1945, el pensamiento más reciente en el campo de la política fiscal, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Internacional para la reconstrucción y el desarrollo económico. Parece que la tendencia de la política económica en los países en que la empresa privada es aún vigorosa seguirá la dirección marcada por Lord Keynes.
The General Theory of Employment, Interest and Money contiene sin duda la esencia de su contribución a la teoría económica general.
La teoría se sostiene sobre estas ideas básicas o se hunde con ellas.
Estas ideas fundamentales se centran alrededor de lo siguiente:
1) El carácter general de la teoría de Keynes,
2) El papel del dinero
3) La relación entre el interés y el dinero
4) La inversión
5) La incertidumbre del futuro.

1) teoría General: Keynes carga el acento en la palabra general. Su teoría se ocupa de todos los niveles de empleo, en contraste con la que el denomina teoría económica clásica, que se limita al caso especial del empleo total.
El propósito de la teoría general de Keynes es explicar qué es lo que determina el volumen de empleo en un momento dado, ya sea empleo total, desocupación amplio o algún nivel intermedio.
Keynes intenta demostrar que la situación normal de capitalismo del laissez faire en su estadio actual se desarrolla en una situación fluctuante de la actividad económica, que puede recorrer toda la gama que va desde el empleo total hasta la desocupación amplio, con un nivel característico bastante alejado del empleo total.
Otro aspecto general de la teoría es que explica la inflación con tanta facilidad como la desocupación, ya que ambos dependen fundamentalmente del volumen de demanda efectiva. Cuando la demanda es deficiente se produce la desocupación, y cuando la demanda es excesiva se produce la inflación.
La mayoría de las diferencias de importancia entre la teoría clásica y la teoría de Keynes surgen de la diferencia entre el supuesto de que el empleo total es el normal y el supuesto de que lo normal es el empleo incompleto. Hay otro significado igualmente importante asociado al término general. Su teoría se refiere a los cambios de volumen del empleo y la producción en el sistema económico en su conjunto, en contraste con la teoría tradicional, que se refiere primordialmente, aunque no de una manera exclusiva, a la economía de la empresa singular y de la industria singular. Los conceptos básicos de la teoría general de Keynes son los volúmenes totales de empleo, de renta nacional, de producción nacional, de oferta total, de demanda total, de consumo social total, de inversión social total y de ahorro social total.
2) La teoría de una economía monetaria: El dinero desempeña tres funciones:
a) medio de cambio
b) unidad de cuenta
c) acumulador de valor
La más importante para la economía monetaria es la función de acumular valor.
Los que tienen más renta y riqueza de la que consumen de ordinario pueden acumular exceso de varias formas, entres las que se cuentan atesorar dinero, prestar dinero e invertirlo en algún tipo de bien de capital. Si optan por acumular su riqueza en forma de dinero, no obtienen renta, si prestan su dinero, perciben interés, y si adquieren un capital de inversión, esperan percibir beneficios. Keynes dice que el dinero puede ser la forma más segura para acumular riqueza.
Cuando los poseedores de riqueza expresan en general una preferencia por atesorar dinero más bien que por prestarlo o invertirlo, la producción de riqueza social real está en desventaja. Esta preferencia por la posesión de dinero, más bien que por la posesión de riqueza rentable, sólo existe en un grado importante en un mundo en que el futuro económico es incierto.
3) El interés como premio por no atesorar dinero: El interés es la recompensa por transferir la disposición sobre la riqueza en su forma líquida. El tipo de interés depende de la intensidad del deseo de atesorar, o de lo que Keynes llama preferencia de liquidez, para fines especulativos. Cuando mayor es la preferencia de liquidez, más elevado es el tipo de interés que hay que pagar.
Keynes carga el acento sobre el deseo de atesorar. El atesoramiento es uno de los fenómenos que aparecen de una manera completamente diferente cuando se miran desde la posición del individuo a cuando se miran desde el punto de vista de la economía en toda su amplitud.

Un aumento de los tipos de interés tiende a reducir la demanda efectiva y, en tiempos normales, a originar desocupación. El interés se ha considerado por los economistas clásicos como una recompensa al ahorro, es decir, una recompensa por posponer el consumo, más bien que como un premio a la cesión de liquidez.
4) La inversión como importante factor determinante del empleo: La producción que excede de lo que se consume habitualmente, se llama inversión. Esta comprende actividades como construir nuevas fábricas, nuevas casas, nuevos ferrocarriles y otros tipos de bienes que no han de ser consumidos con tanta rapidez como se producen. La distinción entre consumo e inversión es fundamental para todo el análisis de Keynes. Su teoría, reducida a sus términos más simples, afirma que el empleo depende de la cantidad de inversión, o bien que la desocupación es originado por una insuficiencia de inversión.
En resumen, el empleo en la actividad de inversión ayuda a mantener la demanda de la producción existente de bienes de consumo. Si disminuye la inversión, se origina desocupación.
El empleo fluctúa, ante todo, porque fluctúa la inversión. La desocupación se origina primordialmente por una insuficiencia de inversión. Si la inversión puede ser sometida a intervención, también puede serlo el empleo total. Un nivel elevado de empleo depende de un nivel elevado de inversión. La clave para la comprensión de la teoría general de empleo se encuentra en la respuesta a esta pregunta: ¿Cuál es la causa de que la inversión fluctué y de que este característicamente por debajo de la cuantía necesaria para el empleo total?

5) La irracionalidad psicológica como causa de la inestabilidad: Hay una tendencia a lo abstracto que se deriva del hecho de que sabemos muy poco del futuro a largo plazo.
Lo que Keynes llama juicios convencionales se convierte en la base del comportamiento en el mercado. Son convencionales porque implican una coincidencia general de opinión o la aceptación de una convención en sustitución de un conocimiento genuino que no existe. Proporcionan alguna estabilidad en tanto que la convención es aceptada, pero cuando la convención se quiebra, la inestabilidad se pone a la orden del día.
Al suponer que los inversores tienen un conocimiento presente del futuro completamente diferente del que tienen en realidad, la teoría clásica subestima ¨los factores ocultos de la duda radical, la incertidumbre, la esperanza y el temor ¨. A pesar de estas importantes diferencias entre los supuestos psicológicos de Keynes y los de la escuela clásica, hay un aspecto en el que las teorías psicológicas de ambos son similares.
Mientras que los economistas clásicos se ocupan del comportamiento racional en un mundo racional, Keynes se ocupa del comportamiento racional en un mundo irracional.

De la presentación de estas ideas básicas resulta patente que están íntimamente ligadas unas a otras. No puede ser expuesta una idea sin hacerse eco de las demás. La teoría del interés y del dinero es, en realidad, una sola teoría.
Todas estas ideas conexas entran en una teoría del empleo, que es la esencia de la general Theory, y puede enunciarse como sigue: En un mundo en que el futuro económico es sumamente incierto y en que el dinero es una forma importante de acumular riqueza, el nivel general de empleo depende de la relación entre los beneficios esperados de la inversión en bienes de capital y el premio de interés que hay que pagar para inducir a los poseedores de riqueza a transferir el dominio de su dinero. Si hay confianza en el futuro, habrá inversión real y el empleo tendrá un nivel elevado. Aunque haya que seguir pagando interés por el no atesoramiento, este premio puede ser pagado y capacita también a los empresarios para realizar una inversión real en los términos en que esperan que rinda beneficios.
CAPITULO II: EL FONDO CLASICO

En su General Theory, cargaba el acento en las diferencias más bien que en las semejanzas entre su teoría y la clásica, a fin de llevar mejor a puerto sus puntos principales. En una época en que el laissez faire ha muerto, es importante separar de este la teoría económica, aún cuando su unión, que tan bien fue realizada por Adam Smith, ya había perdido terreno, al menos desde la época de John Stuart Mill. Considerando la teoría clásica en su conjunto, su significación práctica hay que seguir viéndola en la presunción a favor del laissez faire.
EL CONTENIDO DE LA TEORIA ECONOMICA CLASICA

Está basada en el supuesto del empleo total del trabajo y demás factores de la producción.
Si bien en alguna época no hay realmente empleo total, la teoría clásica afirma que hay siempre una tendencia hacia el empleo total. La situación normal es un equilibrio estable de empleo total. Si la perturbación persiste, la escuela clásica la atribuye a la interferencia de los gobiernos o los monopolios privados en el libre juego de las fuerzas de mercado. Como regla general, cuyas excepciones carecen de importancia, la política social que garantiza el empleo total normal es la del laissez faire, la ausencia de intervención estatal en la empresa privada. En contraste con esto, Keynes considera que la situación normal del capitalismo del laissez faire es un nivel de empleo fluctuante. La finalidad primordial de la teoría de Keynes consiste en explicar lo que determina el volumen de empleo en cualquier momento.

En lugar de intentar explicar que es lo que determina el volumen de empleo, la teoría clásica presupone el empleo total y prosigue explicando como se adscribe a la producción un volumen total dado de elementos y cómo se distribuye la renta derivada de la producción entre los diferentes tipos de elementos que participan en la producción. La oferta y demanda determinan los valores relativos de los elementos de producción y de las mercancías singulares, expresados en términos de dinero, estos valores son los precios, y el sistema que fija los precios es el mecanismo planificador inconsciente.
La teoría económica clásica es un estudio de las utilizaciones alternativas de una cantidad dada de medios de producción ocupados.
¨La oferta crea su propia demanda. Este supuesto o principio se llama Ley del mercado de Say, por J.B. Say, economista francés de principios del siglo XIX.
Crear la oferta su propia demanda quiere decir que todo productor que trae mercancías al mercado las trae tan sólo para cambiarlas por otras mercancías. Say supone que la única razón por la que la gente trabaja y produce es por disfrutar de la satisfacción de consumir.

La oferta adicional es demanda adicional. El análisis se mantiene en términos del trueque, pero se supone que el hecho de que las ventas y adquisiciones se hacen en dinero no afecta al proceso, a no ser que el cambio basado en el dinero sea más eficiente que el cambio en el trueque. En resumen, la ley del mercado de Say constituye una negación de la posibilidad de una superproducción general, es decir, una negación de la posibilidad de una deficiencia de demanda adicional.
En una economía de cambio, la ley de Say significa que el gasto siempre será suficiente para mantener el empleo total. Ahorrar es gastar en bienes de producción (inversión). Como, según la teoría clásica, el ahorro es otra forma del gasto, toda renta se gasta, parcialmente en consumo y parcialmente en inversión (bienes de producción).
En primer lugar, cuánto más elevado sea el tipo de ahorro, más tenderá a bajar el tipo de interés, y un tipo de interés más bajo disminuirá el aliciente de ahorrar. El interés se considera como la recompensa del ahorro, y una disminución de los tipos de interés hará disminuir este. En segundo lugar, el tipo de interés más bajo aumentará el aliciente para invertir hasta un grado en que absorba el ahorro adicional que queda después de haber bajado el tipo de interés.
Un aumento en el ahorro representa una disminución de la demanda de bienes de consumo y hace que bajen los precios. Los precios más bajos significan beneficios más bajos, lo cual hace desplazarse a los medios de producción de las industrias de bienes de consumo a las industrias de bienes de inversión, en las que la demanda ha aumentado.
La teoría clásica no reconoce que una disminución del consumo, en lugar de llevar a un aumento de la inversión, puede conducir a una disminución de la demanda total, y por lo tanto, a la desocupación . Tampoco reconoce como importante móvil para el ahorro el deseo de riqueza en cuanto a tal.

La significación del empleo total y de la desocupación: Es más correcto decir que la posición clásica supone que no hay desocupación voluntario, que es distinto de la desocupación voluntaria y de la causada por fricción. Cuando la gente se niega a trabajar por propia voluntad, no debe clasificarse como parada y por tanto, el empleo total puede existir aun cuando haya gente voluntariamente ociosa.
La desocupación por fricción existe cuando hay hombres que dejan de trabajar por imperfecciones en el mercado de trabajo. Hay muchos factores que pueden explicar la desocupación por fricción: la inmovilidad de la mano de obra, el carácter estacional de cierto trabajo, la escasez de materias primas, averías en las máquinas y equipos, ignorancia de las oportunidades de colocación.
El empleo total es compatible con la desocupación voluntaria y tolera cierta cuantía de desocupación por fricción. Existe empleo total en ausencia de desocupación involuntaria. En la teoría clásica, no existe este tipo de desocupación, aunque en la polémica entre Keynes y los clásicos hay implicado algo más que simples hechos, éstos no pueden ser ignorados, puesto que, las polémicas como ésta tienen que ser resueltas en última instancia por una apelación al sentido común y a los duros hechos de la experiencia.
En condiciones de competencia perfectamente libre, Pigou llama competencia integral, entre los asalariados, los tipos de salarios descienden, bajo la presión de la desocupación, hasta que todos los que quieren trabajar pueden encontrar ocupación.
La lección práctica es clara: como la desocupación, aparte del de tipo de fricción, se origina por ser los salarios demasiados elevados, el remedio está en bajar los salarios.
LAS OBJECIONES DE KEYNES A LA TEORIA CLASICA

Lo que con más vigor objeta Keynes al razonamiento clásico es la idea de que la desocupación desaparece si los obreros aceptan tipos de salarios suficientemente bajos. Rechaza el supuesto de que el mercado de trabajo es siempre un mercado de vendedores en el que puede venderse el trabajo si los obreros quieren aceptar reducciones de salarios. Hay dos aspectos en la objeción de Keynes al punto de vista de Pigou de que los tipos de salario flexibles remedian la desocupación.1) el aspecto práctico, y 2) el aspecto teórico.
En un aspecto práctico, las uniones obreras son una parte integrante de la economía democrática moderna, y la legislación de protección social, tal como la que establece salarios mínimos y el seguro de desocupación, han de seguir probablemente formando parte de ella. Es mala política poner objeciones a las uniones obreras y a la legislación protectora del trabajo. La solución de Pigou de tipos de salarios más bajos solamente podría llevarse a cabo en un mercado de trabajo de libre competencia o en una economía plenamente autoritaria. En las sociedades democráticas, que presuponen tanto Keynes como Pigou, las uniones obreras no es probable que sean eliminadas, ni que se deroguen las leyes de salarios mínimos, ni que se rebajen las compensaciones por desocupación, y la opinión pública respecto a lo que constituye un salario razonable para vivir no es probable que sea revisada para rebajarlo a la luz de la enorme productividad de la técnica moderna.
Keynes sostiene que el volumen de empleo está determinado por la demanda efectiva y no por los contratos entre obreros y patronos. También dice que las características peculiares de una economía monetaria desarrollada explican la desocupación.
La explicación teórica última de la desocupación de Keynes descansa en el nexo de los tipos de interés tomados en su conjunto con la irracionalidad de las previsiones de los hombres de negocios respecto de la inversión en bienes de capital duraderos.
El mundo era pobre no porque le faltasen recursos materiales, capacidad técnica o voluntad de trabajar, ni siquiera porque tuviese mal acoplados sus recursos empleados, era pobre porque había algo radicalmente equivocado en la manera de pensar de los hombres y de conducir sus asuntos económicos.

Reducir los salarios y los sueldos lo estimó Keynes desmoralizador y equivocado. Él buscaba un medio de prosperidad a través de la expansión monetaria, de la inversión pública y de otras formas de acción estatal. Esto representaba una desviación del laissez faire tradicional, pero Keynes no se hacia ilusiones en cuanto a la mano invisible que se supone que guía a los hombres por la recta senda cuando tratan de perseguir su propio interés.
Keynes deseaba la acción del gobierno porque veía la necesidad de una reglamentación del tráfico que a todos beneficia y sin la cual la gente se interpone en el camino de los otros y nadie llega a ninguna parte.
El gran defecto de la teoría clásica es su alejamiento de las condiciones del mundo capitalista contemporáneo.
CAPITULO III: RESUMEN PRELIMINAR DE LA TEORIA GENERAL DEL EMPLEO

El punto de partida lógico de la teoría del empleo, de Keynes, es el principio de la demanda efectiva. El empleo total depende de la demanda total, y la desocupación es el resultado de una falta de demanda total. La demanda efectiva se manifiesta en el gasto de la renta. Cuando el empleo aumenta, aumenta la renta. Es un principio fundamental el de que cuando la renta real de una comunidad aumenta, aumentará también el consumo, pero menos que la renta. El empleo no puede aumentar a no ser que aumente la inversión.

DEMANDA TOTAL Y OFERTA TOTAL: El término total demanda, tal como lo usa Keynes, designa la demanda total del conjunto del sistema económico. Hay que distinguirla claramente de la demanda de productos de empresas aisladas y de industrias singulares, que es el tipo usual representado en dos diagramas de oferta y demanda.
Keynes utiliza como medida del volumen total de la producción la cantidad de trabajo empleado. El precio de demanda total del volumen de producción de una cantidad dada de empleo es la suma total de dinero, o ingresos, que se espera de la venta del volumen de la producción alcanzada cuando se ha empleado esa cantidad de trabajo.
La curva de la demanda total, o función de la demanda total, como Keynes la llama es una curva de los ingresos esperados de la venta de la producción resultante de diversas cantidades de empleo. A medida que se emplea más trabajo, se realiza mayor volumen de producción y los ingresos totales son mayores. El precio de la demanda total aumenta a medida que aumenta la cantidad del empleo, y disminuye a medida que disminuye la cantidad del empleo.
La máxima de que ¨la oferta crea su propia demanda ¨ significa que todo aumento del empleo conducirá a una cantidad adicional de ingreso suficiente para inducir a los empresarios a ofrecer el empleo adicional.

Exposición más amplia del principio de la demanda efectiva: Puesto que el empleo depende de la demanda y la demanda total es igual a la renta total, la teoría general del empleo es también una teoría de la demanda total o de la renta total. Si partimos de un empleo inferior al total, todo aumento en el empleo tiene que dividirse entre la producción para el consumo y la producción para la inversión de una manera que corresponde a la forma como los perceptores de la renta deciden dividir su aumento de renta entre el gasto para el consumo y el ahorro. La curva del consumo (propensión al consumo) representa la relación permanente que Keynes supone que existe entre el volumen de la renta nacional y la cantidad que será gastada por el público en el consumo. La inversión tiene que aumentar hasta cubrir la diferencia entre la renta y el consumo. En ausencia de un aumento en la demanda de inversión, los hombres de negocios que emplean obreros adicionales para aumentar el volumen de producción no podrán vender todo lo que producen, a no ser que vendan con pérdida.
LA PROPENSION AL CONSUMO

La demanda de consumo depende del volumen de la renta y de la parte de ella que se gasta en bienes de consumo. La cuantía absoluta del consumo aumentará a medida que aumente la renta y disminuirá a medida que disminuya la renta. Una curva que muestre las distintas cuantías del consumo que se corresponden con los diferentes niveles de renta constituye la curva de la propensión al consumo. Es una relación funcional que indica como varia el consumo cuando varia la renta. El supuesto de Keynes de que la propensión al consumo es relativamente estable a corto plazo es una generalización de la experiencia real y constituye una parte esencial de la estructura de su teoría.
Una alta propensión al consumo es favorable para el empleo porque origina disparidades relativamente pequeñas entre la renta y el consumo, atendido con la renta correspondiente a los diferentes niveles de empleo. Si la curva de la propensión al consumo es relativamente baja, las diferencias entre la renta y el consumo serán mayores, y para mantener niveles altos de empleo, la cuantía de la inversión tiene que ser relativamente grande. Si la propensión media al consumo fuese del 100 por 100 para todos los niveles de renta, estaría asegurado el empleo total, porque no se necesitaría ninguna inversión. A medida que se recibiera la renta seria gastada en bienes de consumo. La oferta crearía su propia demanda. Sin embargo, una característica del mundo real es que la propensión media al consumo es menor del 100 por 100 para todos los niveles altos de empleo. Solamente si el empleo cae bastante bajo se alcanzará un punto en el que el consumo será igual a la renta. Este es un límite inferior por debajo del cual no descenderá el empleo, excepto, tal vez., temporalmente.
En las sociedades altamente industriales este nivel de empleo es tan bajo que si mantuviese mucho tiempo provocaría una acción revolucionaria. Para mantener el empleo por encima de un nivel relativamente bajo y socialmente intolerable es necesaria la inversión.

EL ALICIENTE PARA LA INVERSION: La eficacia marginal del capital: de un bien de capital es el tipo de rendimiento más elevado sobre el costo previsto para producir una unidad más (una unidad marginal) de un tipo particular de bien de capital.
Keynes utiliza la expresión eficacia marginal del capital más bien que la de tipo previsto de beneficio o alguna otra expresión convencional, como productividad marginal del capital, porque desea destacar, el ajuste dinámico a que están ligados el presente y el futuro por las previsiones de los inversores.
La eficacia marginal del capital se caracteriza por la inestabilidad a corto plazo y por una tendencia hacia el descenso a largo plazo. Las fluctuaciones de la eficacia marginal del capital son la causa fundamental del ciclo económico.

El tipo de interés: el otro factor que determina el volumen de la inversión, depende de dos cosas:









a) la situación de la preferencia de liquidez
b) la cantidad de dinero

La primera es el aspecto de la demanda, y la segunda, el aspecto de la oferta del precio del dinero, es decir el tipo de interés.
La preferencia de liquidez hace referencia al deseo de la gente de mantener algunos de sus bienes de capital en forma de dinero. La cantidad de dinero hace referencia a la cuantía de los fondos en forma de moneda, papel moneda y depósitos bancarios que hay en manos del público.
Hay varias razones por la que la gente puede desear tener riqueza en forma de dinero. Clasificadas con arreglo al motivo, comprenden el motivo, comprenden el motivo transacción, precaución y el motivo especulación.

La demanda de dinero por el motivo de transacción hace referencia al uso del dinero como medio de cambio para las transacciones ordinarias, tales como la compra de materias primas, el pago de alquileres y de salarios, el pago de dividendos, etc. Para todo nivel dado de empleo, producción y precios hay una cantidad relativamente determinada y estable de dinero necesaria para este propósito. A medida que se eleva el nivel del empleo y la producción, aumenta el número de transacciones, y de esta forma aumenta la demanda de dinero para las mismas. Del mismo modo, una elevación general de los precios o los salarios aumentará la cantidad de dinero necesaria para las transacciones.

El motivo precaución para tener dinero surge de la necesidad de hacer frente a situaciones de urgencia imprevistas que causarán desembolsos mayores que los que suponen las transacciones usuales anticipadas.

La especie de preferencia de liquidez que tiene importancia en relación con el tipo de interés es la que surge en conexión con el motivo especulación. Keynes define el motivo especulación como el intento de obtener un beneficio por conocer mejor que el mercado lo que el futuro traerá consigo.
Aparte de las necesidades de dinero como medio de cambio, la gente retiene dinero como cúmulo de riqueza. Mantienen sus capitales en esta forma porque la prefieren a cualesquiera otros medios de acumular riqueza. Esto es una especie de especulación, porque, al mantener su riqueza en forma de dinero infecundo, la gente especula sobre las probabilidades de que las condiciones cambien, de forma que puedan convertir su dinero en capitales productivos en mejores términos en una fecha posterior, y en términos que sean bastante mejores para compensar todas las ganancias que podrían obtenerse desprendiéndose ahora de la liquidez. Cuanto más baje el tipo de interés, más fuerte se hace el aliciente de poseer, riqueza en forma de dinero. El tipo de interés a largo plazo será especialmente sensible a la preferencia de liquidez, porque en un periodo largo la incertidumbre de los acontecimientos aumenta en una especie de proporción geométrica. Cuando la preferencia de liquidez por el motivo de la especulación se debilita, descenderá el tipo de interés, y cuando la preferencia de liquidez por el motivo especulación se vigoriza, se elevará el tipo de interés. La preferencia de liquidez se eleva y desciende con arreglo a la cambiante actitud del público con respecto al futuro económico y político. El nivel del tipo de interés depende de factores de carácter en alto grado psicológico.
Si la recompensa por renunciar a la liquidez es bastante elevada, es decir si el tipo de interés es bastante alto se correrá el riesgo de la iliquidez. El tipo de interés es un precio que fluctúa con arreglo a la oferta y demanda de dinero. La oferta se fija por el sistema bancario y la demanda se determina por la preferencia por la posesión de efectivo. En tanto que la oferta permanezca fija, el precio, o tipo de interés, varia con la demanda. El tipo de interés es el precio que ¨ equilibra el deseo de poseer riqueza en forma de efectivo con la cantidad disponible del mismo ¨. El interés es la retribución que se paga por el uso del dinero, y esta retribución, lo mismo que todo precio, no debe ser ni demasiado alta ni demasiado baja con relación a la oferta.
Es crucial para la posición de Keynes que las autoridades monetarias sean bastante fuertes y puedan adoptar durante las depresiones una política monetaria fácil que haga descender los tipos de interés y les permita permanecer bajos.

LA RELACION DE LA INVERSION CON EL CONSUMO: La cantidad de bienes de consumo que para los empresarios será lucrativa depende, en parte, de la cuantía de la producción para la inversión que se realice.
En las condiciones de empleo total expuestas por la teoría clásica, la renta y la demanda efectiva total permanecen constantes en un periodo corto. La demanda efectiva será siempre suficiente para conducir al empleo total.
RESUMEN DE LA TEORIA GENERAL DEL EMPLEO







1) La renta total depende del volumen del empleo total
2) Con arreglo a la propensión al consumo, la cuantía del gasto para el consumo depende del nivel de la renta, y por lo tanto, del empleo total.
3) El empleo total depende de la demanda efectiva total, que se compone de dos partes: gasto para el consumo y gasto para la inversión: D= D1 + D2
4) En estado de equilibrio, la demanda total (D) es igual a la oferta total (Z). Por consiguiente, la oferta total excede a la demanda efectiva para el consumo de la cuantía de la demanda efectiva para la inversión. ( D= D1 + D2 o bien D2= D-D1). Como D= Z, tenemos que D= Z-D1)
5) En estado de equilibrio, la oferta es igual a la demanda total, y la demanda total está determinada por la propensión al consumo y el volumen de inversión. Por consiguiente, el volumen de empleo depende: a) de la función de la oferta total, b) de la propensión al consumo, y c) del volumen de la inversión.
6) Tanto la función de la oferta total, que depende principalmente de las condiciones físicas de la oferta, como la propensión al consumo, son relativamente estables y, por lo tanto, las fluctuaciones del empleo dependen principalmente del volumen de la inversión.
7) El volumen de la inversión depende: a) de la eficacia marginal del capital, y b) del tipo de interés.
8) La eficacia marginal del capital depende de: a) de las previsiones de beneficios, y b) del costo de reposición de los bienes de capital.
9) El tipo de interés depende: a) de la cantidad de dinero, y b) del estado de la preferencia de liquidez.

Estas proposiciones contienen los puntos esenciales de la teoría general del empleo. Ahora podemos dar un paso más e indicar algunas interrelaciones entre estos elementos principales de la teoría.

El empleo depende de la demanda efectiva, la cual está determinada por la propensión al consumo y por el aliciente para la inversión. Si la propensión al consumo permanece inalterada, el empleo variará en la misma dirección que el volumen de la inversión. La inversión tiende a aumentar, ya por el descenso del tipo de interés, ya por una elevación de la eficacia marginal del capital, ya por uno y otra. Pero la tendencia de la inversión a aumentar por un descenso del tipo de interés puede estar contrarrestada por un descenso simultáneo de la eficacia marginal del capital. Un aumento del nivel general de la actividad económica incrementará la demanda de dinero como medio de cambio, y, al agotar el fondo de dinero disponible como cúmulo de valor, aumentará el tipo de interés, a no ser que la autoridad monetaria y el sistema bancario actúen para aumentar la oferta total de dinero. Y aun cuando pueda aumentarse la cantidad de dinero, el tipo de interés puede, no obstante, elevarse a consecuencia de un sesgo desfavorable de la actitud de los poseedores de riqueza con respecto a la liquidez. Las previsiones de mayores rendimientos futuros de los bienes de capital tenderán a elevar la eficacia marginal del capital y elevarán así la inversión y el empleo. Este efecto favorable puede ser contrarrestado por una elevación simultánea del precio de la oferta corriente (costo de producción) de los bienes de capital.

Aunque el aumento de la inversión irá normalmente acompañado de un aumento de empleo, esto no necesita suceder así si disminuye la propensión al consumo. Por otra parte el empleo puede aumentar, sin un aumento de la inversión, si se eleva la propensión al consumo. Por regla general, sin embargo, la propensión al consumo, o función del consumo, es estable a corto plazo.

Finalmente, los aumentos de la inversión dan lugar a aumentos de la renta, y de una renta mayor surge una demanda mayor de consumo, lo cual conduce a otros aumentos de la renta. Tomado a la inversa, este proceso significa que una disminución de la inversión disminuirá la renta, y de la renta disminuida partirá una demanda menor para el consumo, lo cual produce más disminuciones de la renta. Una vez puestos en marcha los movimientos de la renta y del empleo, tienden a ser acumulativos. Estos movimientos acumulativos explican el carácter fluctuante del empleo. A la extensión de la fluctuación sirven de límites, en la dirección descendente, el nivel en que la renta se hace igual al consumo, y en la dirección ascendente, del empleo total. Las fluctuaciones efectivas no recorrerán, por lo general, todo el trayecto de un extremo a otro. Un movimientos ascendente se detendrá característicamente cerca del empleo total, y un movimiento descendente se detendrá normalmente cerca del punto en que la renta se iguale con el consumo. El recorrido efectivo dependerá del vigor o debilidad de la propensión al consumo y del aliciente para la inversión en las circunstancias imperantes.
SIFNIFICADO PRÁCTICO DE LOS CONCEPTOS PRINCIPALES

Entre todas las expresiones y conceptos utilizados por Keynes, los tres que destacan por encima de todos los demás como variables estratégicas e independientes son la propensión al consumo (curva del consumo), la eficacia marginal del capital (curva de la demanda de inversión) y el tipo de interés (curva de la preferencia de liquidez). La selección de estas tres variables independientes a factores estratégicos surge de la naturaleza del interés de Keynes por la política práctica. El propósito final de su teoría es explicar lo que determina el volumen de empleo, o en términos de los problemas prácticos implicados, lo que origina la desocupación. Explicar la causa quiere decir, en un sentido significativo, señalar aquellos factores o cursos de acción que, si cambian o se siguen, remediarán el mal. Explicar la desocupación significa indicar aquellos aspectos del sistema económico que necesitan ser alterados o sometidos a intervención social para conseguir un alto nivel de empleo. Keynes dice: ¨Nuestro cometido final podría ser elegir las variables que pueden ser intervenidas o dirigidas deliberadamente por la autoridad central en la especie de sistema en que vivimos de hecho ´´.

La teoría realista está necesariamente condicionada por el sentido de los valores del teórico y por sus ideas en cuanto a la política que es practicable. El carácter realista de la teoría de Keynes puede ser atribuido en gran medida a su interés vital por un tipo específico de programa económico. Esto no quiere decir que los conceptos teóricos de Keynes carezcan de valor en relación con medidas políticas distintas de las programadas por el, ni que sus medidas políticas u otras cualesquiera se sigan necesariamente de sus conceptos teóricos abstractos.

Un concepto como el de propensión al consumo, Keynes dice que surge en términos del uso a que lo destina. Lo emplea para mostrar la necesidad de un tipo elevado de gasto de consumo, el cual puede tal vez ser obtenido mediante una distribución más igualitaria de la renta y de la riqueza. Lo utiliza para indicar la deseabilidad de una imposición fuertemente progresiva y de grandes desembolsos estatales para servicios sociales. La propensión al consumo está además pulida en forma de propensión marginal al consumo que se utiliza para deducir el concepto de multiplicador de inversión. El significado de sentido común del multiplicador de inversión es que en tiempos de depresión, cuando la inversión privada se rezaga, la inversión del estado en obras públicas incrementará la renta nacional, no sólo en la cuantía del desembolso público, sino en algún múltiplo del mismo.

En estos términos Keynes defiende las obras públicas y propugna el gasto público. Su teoría se denomina teoría del gasto. Llamar a una teoría, teoría del gasto, no tiene sentido, excepto en relación a algunos pasos o medidas políticas bastante específicos que pueden seguirse para aumentar la demanda total por encima de donde estaría en ausencia de tales medidas.

La singularidad de la teoría del tipo de interés de Keynes, radica en la importancia de la regulación de la cantidad de dinero. El concepto nuevo es el de la preferencia de liquidez por el motivo especulación. Los poseedores de riqueza tienen una preferencia por mantener sus bienes de capital en una forma liquida, en forma de dinero, y este deseo de atesorar es lo que determina el nivel de los tipos de interés. Una política de dinero fácil, bajo una autoridad monetaria fuerte puede mantener bajos los tipos de interés y estimular así la inversión y el empleo. Sin embargo, el sentido práctico de Keynes, es demasiado vigoroso para llevarle a conceder importancia únicamente a los tipos de interés, y así encontramos una acentuación paralela en la eficacia marginal del capital. La característica principal de la eficacia marginal del capital es su gran inestabilidad.

Puede descender tanto en la depresión que ninguna reducción de los tipos de interés induciría a la inversión privada. Para aliviar las consecuencias de la inestabilidad de la eficacia marginal del capital privado, Keynes propugna la dirección estatal de la inversión total, incluyendo la inversión pública, con el fin de compensar las inevitables fluctuaciones de la inversión privada. Un tipo bajo de interés y una elevada eficacia marginal del capital son las condiciones favorables para la inversión y el empleo. Como la tendencia natural para el tipo de interés es a elevarse y para la eficacia marginal del capital es a descender, las medidas políticas del laissez faire dejarán al volumen de la inversión falto de lo que es necesario para el empleo total. Ambas determinantes de la inversión implican actitudes psicológicas frente al futuro, que harán que la inversión sea mucho menos estable que el volumen del consumo. La inestabilidad de estos factores determinantes de la inversión lleva a Keynes a decir que el empleo está determinado por la inversión.
CAPITULO IV: INVERSION, AHORRO, RENTA Y LA UNIDAD DE SALARIO

En la General theory, de Keynes, la inversión total es siempre igual al ahorro total. Esta igualdad es una condición de equilibrio independientemente del nivel de empleo que pueda haber. La igualdad entre la inversión y el ahorro es una consecuencia de las variaciones del nivel de la renta. Si la inversión aumenta, aumentará la renta hasta que el ahorro procedente del aumento de la renta sea igual al aumento de la inversión, y si la inversión disminuye, la renta disminuirá hasta que el ahorro procedente de la renta inferior sea igual a la inversión reducida.

Como la teoría de Keynes toma el sistema económico en su conjunto, los términos inversión, ahorro y renta significan inversión, ahorro y renta nacionales globales o totales. Inversión es la adición al equipo de bienes de capital reales, tal como la construcción de nuevas fábricas, nuevos edificios, medios de transporte, así como las adiciones a las existencias de artículos de consumo. Esta acepción del término inversión puramente financiera, tal como la adquisición de acciones o títulos en la bolsa de valores. En este último caso, una parte cambia dinero por valores y otra parte cambia valores por dinero. La inversión financiera adicional de la parte que adquiere los valores está compensada con la desinversión de la parte que vende los valores. Si miramos los dos lados de una inversión financiera es compatible con la definición de Keynes de la inversión (global), porque en el sistema económico tomado en su conjunto las inversiones financieras se contrarrestan recíprocamente. No se hace ninguna adición al capital real como resultado de una transacción tal, y por tanto, no tiene lugar ninguna inversión real. Cuando se emiten nuevos valores industriales para financiar una ampliación de instalación, etc. y se adquieren trabajo y materiales para construir bienes de capital, es esto último y no la adquisición de los valores industriales, en cuanto tales, lo que constituye la inversión real.

Algunos gastos, como los destinados a alimentación y vestido, son claramente de consumo. Otros, como los de construir fábricas y ferrocarriles, representan claramente una inversión. Algunas partidas, como las de bienes de consumo duradero, no son tan fáciles de clasificar. Es habitual, considerar como inversión los desembolsos para la construcción de viviendas, y como consumo los desembolsos para automóviles, pero esta distinción es claramente discutible y ha sido objeto de controversia.

La inversión comprende las adiciones a las existencias de artículos, así como las adiciones al capital fijo. Estas pueden ser intencionadas o inintencionadas. Las adiciones intencionadas están motivadas por un mayor volumen de ventas o por una previsión de cambios de precios o por otros factores afines que forman parte de las actividades ordinarias de planificación de la empresa mercantil. Inversión inintencionada es la acumulación de productos terminados invencidos (capital liquido en la terminología de Keynes) resultante de alteraciones imprevistas del mercado.

El ahorro se define como el exceso de la renta sobre el gasto de consumo. Esta definición es aplicable al ahorro individual y al ahorro global del sistema económico.

El ahorro individual consiste en no gastar para el consumo, y al no gastar un individuo puede dar lugar a una reducción de la renta de otros, perjudicando, por tanto, su capacidad para ahorrar.

El hecho fundamental en cuanto al ahorro es que su volumen depende de la renta. En los distintos niveles de la renta nacional, la comunidad tendrá que ahorrar cantidades que son más o menos estables y predecibles en un momento dado. En otras palabras, la propensión al consumo es estable.

La inversión depende principalmente de factores dinámicos, como el crecimiento de la población, la expansión geográfica y el progreso técnico en cuanto estos factores de crecimiento afectan a las previsiones de beneficios de los empresarios.

Mientras que la experiencia indica que el ahorro es estable, más o menos previsible e incitado, la inversión es inestable, imprevisible y autónoma. Por consiguiente, en términos de los hechos de la experiencia, el comportamiento de los inversores es un factor más dinámico que el comportamiento de los ahorradores. La inversión domina.

Los diversos niveles de renta no pueden mantenerse, a menos que las cantidades de ahorro en estos niveles de renta estén compensadas por un volumen equivalente de inversión. Si los ahorros potenciales no se compensan, la renta potencial correspondiente a estos ahorros no puede realizarse. El nivel de equilibrio de la renta se alcanza cuando la renta ahorrada es igual a la cuantía efectiva de la inversión..

En niveles de renta muy bajos el ahorro será negativo, lo cual quiere decir que el consumo excederá de la renta. Si la inversión es completamente autónoma, en el sentido de que no varia con la renta, la curva de inversión puede ser representada por la recta horizontal. Esto quiere decir que las variaciones en la inversión toman la forma de desviaciones espontáneas en toda la curva. Los hechos parecen indicar que aunque la inversión no es completamente autónoma, no aumentará con la misma rapidez que el ahorro cuando se eleva la renta.

El empleo total únicamente puede ser alcanzado si hay inversión suficiente para compensar esta cantidad de ahorro.

Así, la curva del ahorro, o curva de la propensión al ahorro, puede hallarse restando las cantidades del consumo de las cantidades correspondientes de la renta. El ahorro es el exceso de la renta sobre el consumo. La propensión al consumo y la propensión al ahorro son la misma cosa mirada de diferente manera. El empleo resulta de la producción, de una parte, y de la creación de la renta, de la otra.

( Y = C + I ). La inversión es aquella parte de la producción corriente que excede del valor de los bienes de consumo. El ahorro es el exceso de la renta sobre el gasto para el consumo. Por tanto, la inversión tiene que ser igual al ahorro, porque una y otra son iguales al exceso de valores iguales (volumen de producción y renta), sobre el consumo.

Así tenemos :

Y = C + I Renta = Consumo + Inversión

S = Y - C Ahorro = Renta - Consumo

Transponiendo :

Y = C+ S Renta = Consumo + Ahorro

Por lo que :

I = S Inversión = Ahorro

La novedad del modo como trata Keynes el ahorro y la inversión radica, no en el hecho de que son iguales, sino en que pueden ser iguales, y lo son normalmente, en un nivel inferior al del empleo total. Mientras que la escuela clásica asocia la igualdad entre inversión y ahorro a las variaciones automáticas del tipo de interés, Keynes asocia a las variaciones del nivel de la renta. La falta que Keynes encuentra en la teoría clásica es la inferencia de que cada acto de no gastar ( ahorro ) por un individuo aumentará la inversión global en la misma cantidad. Si esto fuese verdad, toda falta de gasto para el consumo seria compensada por un aumento correspondiente en la inversión, y la desocupación no existiría.

Parece haber una tendencia a pensar que la depresión es una situación en la que el ahorro excede a la inversión.

La disminución de la demanda efectiva para el consumo reduce el empleo y la renta. Lo que constituye la condición esencial de la producción y la prosperidad en una economía de cambio ( en que el gasto de un hombre es la renta de otro hombre ), es el gasto más bien que el ahorro individual.

Otra dificultad para reconciliar la igualdad del ahorro con la inversión cuando hay desocupación surge de las antiguas costumbres que nos condicionan a ver en la frugalidad personal una virtud aplicable por igual a la sociedad y a nosotros.

El ahorro individual es un mero residuo y no forma parte de la demanda efectiva.

LA RENTA : La renta global de todo un sistema económico puede ser definida de diversas maneras. Dos de las imágenes más comúnmente utilizadas para designar la realización general de una economía son el producto nacional bruto y el producto nacional neto. El PNB es el valor en dinero de todos los bienes y servicios finales producidos durante un periodo dado, y el producto nacional neto es igual al PNB menos la depreciación y el desuso de los bienes de capital.

Bienes finales son artículos terminados que constituyen los productos últimos de la producción. Comprenden bienes de consumo terminados, como fábricas, como el pan y los automóviles, y bienes de inversión terminados, como fábricas y locomotoras y aumentos en las existencias en géneros.

El valor total del producto es la suma de los valores agregados en cada etapa y está incorporado en el producto final.

Tal como Keynes la define, le renta global o nacional es una cantidad que está entre el valor del producto nacional bruto y el PNN, en el sentido en que estas expresiones se definen usualmente. El sustrae parte, pero no toda la depreciación y desuso del PNB (que es igual a la renta nacional bruta), para llegar a su concepto de renta. Elige esta definición de renta porque es el concepto que el cree que tiene importancia causal para las decisiones que determinan la cantidad de empleo.

El empresario tiene una intervención voluntaria sobre la depreciación extra y el entrenamiento extra que tendrán lugar como resultado de utilizar el equipo más bien que de no utilizarlo.

La pérdida de valor resultante de utilizar el equipo con relación a no utilizarlo se llama coste de uso: es uno de los gastos de producción aceptados voluntariamente cuando los empresarios deciden cuántos obreros emplear.

Aunque la renta, tal como acaba de definirse, es el concepto que tiene importancia para determinar cuánto empleo han de ofrecer los empresarios, la renta neta es el concepto que tiene importancia en relación con la cantidad que ha de gastarse en el consumo.

La renta neta, bien para la empresa, bien para el conjunto de la economía, es igual a la renta menos la depreciación y desusos esperados que no se incluyen en el coste de uso. Esta depreciación y desuso extra se llama coste suplementario. Como el coste suplementario es una pérdida de valor que está más allá del dominio de los empresarios, tiene lugar independientemente de las decisiones de utilizar o no el equipo y de la escala en que se emplea la mano de obra. Para la empresa mercantil singular, la renta neta es la cifra que queda después de haber deducido de los ingresos todos los gastos, incluyendo toda la depreciación y desuso. Para el sistema económico, la renta neta es la renta neta global (beneficios netos) de todas las empresas más los pagos realizados a todos los demás factores de producción en forma de salarios, intereses y renta de la tierra.

Un empresario individual que no deduce toda la depreciación antes de decidir la escala de su consumo es verdaderamente pródigo, aún cuando no hubiese sabido determinar la escala de su producción y empleo sobre esta base.

Toda empresa que consume por completo su renta, tal como la define Keynes, no podría reponer todo su equipo de capital. Por otra parte, toda práctica que calcule por bajo la cuantía de la renta neta tenderá a demorar la cuantía del consumo y por tanto, a demorar el empleo. Las deducciones excesivas por depreciación, que son sancionadas y generalmente practicadas por los contables conservadores, dan como resultado una infraestimación de la renta neta, y por tanto, pueden contribuir a una restricción del consumo y el empleo. Como la renta de define como una forma de la renta bruta y la producción como una forma de la producción bruta, el ahorro y la inversión representan una forma de ahorro bruto y de inversión bruta. De un modo semejante, el ahorro neto es igual al exceso de la renta neta sobre el consumo, y la inversión neta es el exceso de la producción neta sobre el consumo.

LA UNIDAD DE SALARIO: Para medir las cantidades de producción, renta, inversión, consumo y demanda en el conjunto del sistema económico, Keynes utiliza dos unidades básicas: el dinero y el trabajo. El dinero sólo no es suficiente para hacernos posible describir el funcionamiento del sistema económico.

La producción de cada industria puede ser determinada sumando las unidades físicas de producción apropiadas de todas las empresas de la industria. El volumen de producción del sistema económico es una combinación de litros de gasolinas, toneladas de carbón, etc. Si aumenta el número de automóviles producidos y disminuye el número de zapatos, no podemos decir si el volumen total de la producción ha aumentado o disminuido. Es obvio que estas unidades heterogéneas no pueden sumarse.

Keynes utiliza en su teoría General cantidades de empleo como índice para medir las variaciones en el volumen de producción del conjunto del sistema económico. Las fluctuaciones de la producción real y de la renta real se supone que corresponden a las variaciones del volumen de empleo de mano de obra aplicada al total existente de equipo de capital. La unidad de empleo es una hora de trabajo de pericia o sea lo que se conoce por unidad de trabajo común. La unidad de salario es la cantidad de dinero recibida por un obrero de pericia ordinaria por una hora de trabajo.

Uno de los argumentos a favor de la unidad de salario es la estabilidad relativa del tipo de paga a la mano de obra de pericia ordinaria.

Aunque la unidad de salario no es un concepto completamente satisfactorio, es importante comprender que se utiliza:

1) Porque las alteraciones en el volumen de producción se miden por las alteraciones en la cantidad de empleo y

2) Porque la Teoría General del empleo de Keynes versa sobre el sistema económico en su conjunto y no sobre empresas e industrias aisladas.







Argentina está muy poco poblada en comparación.

uno es uno y su circunstancia.


Dichos como que JB no dejaba hablar a Javi, o tantos dichos, tanta locura, como no te olvides de los porbres o las explicaciones de las enemistades mutuas para luego coincidir en la enemistad conmigo, io os absuelvo esperan que diga? No soy cura, andar en paz, el que no la tendrá nunca soy yo. Pero vi que había engaños de los Ke hicieron llamado a afectos y lealtades en una cuadro en particular que no podria precisar. Alguien que molestaba y engañaba y creaba una situación así no era Alfredo ni personas que me señalaste. Me cuesta creer que fuese así, realmente me cuesta creer eso. Siempre estuvo clara la intención de ellos de involucrar y lastimar a quienes tuvieran relación conmigo, pero no era necesario que se le sume nadie.


Cúlpenme a mí y dilema resuelto, cúlpenme a mí. Exclusívamente a mí. O sigan pinchando mails y creando enemistades. Pero recomiendo mejor lo primero. No tengo dudas de que tengo familiares de merda, pero si alguien se suscribe a hacerme lo mismo no son mucho mejores.

WALTER GRAZIANOHitler ganó la Guerra
ISBN 987566099X
Walter Graziano nació en 1960 en la Argentina. Se graduó de economista en la
Universidad de Buenos Aires. Hasta 1988 fue funcionario del Banco Central de su país y
recibió becas de estudio del gobierno italiano y del Fondo Monetario Internacional para
estudiar en Nápoles y Washington DC. Desde 1988 colaboró con medios gráficos y
audiovisuales argentinos en forma simultánea a su profesión de consultor económico.
En 1990 publicó Historia de dos hiperinflaciones y, en 2001, Las siete plagas de la
Argentina, libro que preanunció la debacle económica y política de su país. Desde 2001
Graziano se encuentra abocado a los temas de esta obra, sus antecedentes históricos y
cuestiones colaterales.
No importa que nos odien,
siempre que en la misma medida nos teman.
CALIGULA
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Prólogo
Apenas comencé a realizar las investigaciones preliminares para escribir este libro,
caí en la cuenta de que la vastedad del tema me imponía la necesidad de encontrar
colaboradores. Por lo tanto, decidí contratar a estudiantes y graduados en disciplinas
humanísticas.
Una de las primeras personas que acudieron a las entrevistas de trabajo era una
licenciada en historia, recién graduada, con excelentes calificaciones. A través del
diálogo inicial, pude entrever la sólida formación histórica y cultural que poseía para
este trabajo. Se trataba además de una persona con otras cualidades: inteligencia y
sagacidad.
Resolví, entonces, tomarle la real prueba de fuego. Le acerqué una información de
las muchas que el lector va a encontrar en este libro. La recién graduada comenzó a
leerla en silencio. Mientras tanto, yo la observaba, y veía cómo se iba sonrojando y los
ojos se le entornaban, no sé si de furia o de incredulidad. Cuando terminó la lectura del
texto me miró. Con voz entrecortada, y un poco mareada, defendió lo que hace instantes
consideraba un saber poco menos que inexpugnable: "La historia no debe escribirse
hasta mucho tiempo después de que ocurran los acontecimientos", dijo con el tono de
una lección aprendida de memoria.
Opté entonces por acercarle más información, más abundante en datos. Esta vez
se puso lívida. Ensayó una respuesta menos estructurada, pero aún se defendía de lo
que bien podía considerar tan horroroso como incongruente con respecto a lo que le
habían enseñado arios y años. Ante tal tibia defensa, opté por presentarle más material.
Se rindió, y sólo dijo: "Si eso es verdad, ya no sé qué pensar".
Le expliqué, entonces, que el concepto de que era necesario dejar pasar bastante
tiempo antes de escribir la historia era aplicable a la época en que la tecnología hacía
imposible escribirla con buena dosis de rapidez y exactitud. Obviamente Heródoto debió
tardar mucho tiempo en juntar el material para su obra. No es de esperar que Suetonio
tuviera al alcance de la mano la información para escribir la vida de doce césares. Pero
ya en nuestros días algo había comenzado a cambiar: Arnold Toynbee y Paul Johnson
estaban escribiendo historia (posiblemente muy sesgada, pero una versión de la
historia, al fin) en forma casi simultánea con los propios sucesos. Es comprensible: los
medios de comunicación y el rápido acceso al tipo de información que ellos brindan lo
hacen posible.
Con el rápido desarrollo de la red global, quizás en poco tiempo más surjan los
primeros historiadores que puedan escribir la historia en forma simultánea a la propia
sucesión de hechos considerados como históricos. Y hasta incluso sería posible que
aparezcan los primeros futurólogos realmente serios. A través de la red se puede
3
acceder con escaso costo y sin demora a cualquier tipo de información, de toda índole,
que cualquier individuo del mundo haya deseado conseguir. Sea verdadera o falsa, se
trata de información sin ningún tipo de censura directa ni indirecta. Esta última es peor
aún que la primera ya que pasa inadvertida y es ejercida por las líneas editoriales y
estrategias de los megamedios de comunicación.
La red no sólo ha posibilitado el libre acceso a la información. También permite
comprar a distancia cualquier libro editado en cualquier lugar del mundo, nuevo o usado,
y tenerlo en casa en menos de una semana, sin innecesarias demoras en preguntas por
ediciones agotadas en librerías físicamente lejanas entre sí. También permite el acceso
a variados resúmenes de textos, de todas las tendencias, e incluso a comentarios de
lectores anteriores, los que en buena medida pueden ayudar a ganar tiempo. Como
siempre me gusta repetir: el tiempo es un bien aún mucho más escaso que el dinero. El
dinero puede ir y venir. El tiempo, en cambio, sólo va...
Gracias a la red, ya están apareciendo los primeros historiadores online. Y si bien
mucha de la información que aparece en la red puede ser falsa o inexacta, con
frecuencia lo es menos que la que se ha publicado en muchísimos libros, o que la que
aparece a diario en los megamedios de comunicación. La ventaja que nos ofrece la red,
sea porque nos brinda información directamente, sea porque nos permite un rápido
acceso para ubicar y comprar en sólo segundos libros que nos podría costar años
conseguir, es la posibilidad de escribir sobre el presente, y conocerlo, con incontables
elementos adicionales de información.
Es posible que esto provoque muy beneficiosos efectos en poco tiempo más. Es
probable que las poblaciones de muchos países se enteren mucho antes, mientras
están en condiciones de hacer algo al respecto, de tretas de engaño colectivo,
psicópatas en los más altos cargos del poder, ambiciosos planes de dominio global,
etcétera.
Este libro no se hubiera podido escribir hace cincuenta años. Ni siquiera hace diez.
La muchacha graduada en historia arriba mencionada habría tenido, en ese caso, razón.
Pero hoy las cosas han cambiado. Tenemos acceso a infinitos elementos más de
información. Si no los usáramos por prejuicios o frases hechas al estilo de que "la
historia necesita mucho tiempo para escribirse" le estaríamos haciendo el juego a los
personajes más oscuros: los que desean que la realidad se escriba de la manera que
más les conviene. Muchas veces se trata precisamente de los personajes con más
recursos para intentar "borrar" de la memoria colectiva informaciones que puede llegara
a comprometerlos. Ésta es una muy vieja costumbre utilizada por tiranos en todas las
épocas. Se cuenta que los más sanguinarios emperadores romanos tenían historiadores
oficiales. Éstos escribían loas a atroces emperadores y a su acción de gobierno. Sólo
muchas décadas más tarde, cuando ya todos los protagonistas estaban muertos, Tácito
y Suetonio pudieron poner las cosas en su lugar y colocar a personajes como Tiberio,
Calígula y Nerón en el lugar que se merecían: en el panteón de los más siniestros y
perversos emperadores que se recuerden. Sin embargo, muchos de los ciudadanos
romanos contemporáneos de ellos murieron sin saber cuántos de sus males, miserias y
hasta sus propias muertes diarias se debían a los propios emperadores y su sistema de
censura y manipulación de la prensa y la historia. En el propio Imperio Romano se tardó
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más de sesenta años para que se conocieran acabadamente quiénes habían sido esos
tres emperadores.
Que lo mismo no ocurra con nosotros. Gracias a la red, ello ahora es posible. Pero
que nos libremos de los problemas depende de nosotros, de una participación activa. En
las próximas páginas comenzará a quedar claro por qué.
1. NASH: LA PUNTA DEL OVILLO
La guerra es la paz.
La libertad es la esclavitud.
La ignorancia es la fuerza.
George Orwell.
Teoría y práctica del colectivismo oligárquico.
Capítulo 9. Parte 2.1984.
¿Quién no cree, sin casi ningún cuestionamiento el viejo refrán que asevera que "la
historia la escriben los vencedores"? Más aún, se suele repetir esa frase una y otra vez.
Sin embargo, en pocas ocasiones se tiene una exacta idea de hasta qué niveles de
profundidad esto puede llegar a ser verdad. Existe otra frase famosa, que también forma
parte del refranero popular. Vale la pena poner ambas en juego dialéctico. Se trata de
aquel viejo dicho que asegura que "la realidad supera a la ficción". Si estamos de
acuerdo en que ambas aseveraciones generalmente son correctas, no cabe más
remedio que comenzar a pensar que la historia —por más doloroso o no que esto pueda
resultar— es sólo lo que se habría deseado que hubiera ocurrido. O sea, algo alejado
de lo que realmente sucedió. Más aún, es sólo lo que habrían deseado que hubiera
acontecido quienes la escribieron, o la escriben, mediante la distorsión de hechos
ocurridos en la realidad. Muchas veces les resulta necesario a los vencedores
interpretar de forma cambiada los hechos, silenciar espinosas cuestiones ocurridas o,
incluso, generar de la nada la historia. Precisamente por eso bien se puede pensar,
siguiendo hasta sus últimas consecuencias el juego dialéctico de esas dos verdades
populares, que si algo no está escrito en los medios masivos de comunicación o en
abundante bibliografía, y no forma parte del "saber mayoritario", entonces no ocurrió, no
pasó, no es verdad. La versión de un suceso divulgada por los medios masivos de
comunicación es precisamente lo que se conoce como historia.
Empecé recién a tener una cabal idea de todo esto a raíz de un hecho trivial,
casual, cotidiano, como fue haber ido al cine a ver una película. El film en cuestión no
era otro que Una mente brillante, la obra protagonizada por Russell Crowe, que ganó
el Oscar a la mejor película del año 2001, en marzo de 2002. En realidad, se trata de un
doble galardón porque la historia narra la vida del matemático John Nash, quien en 1994
obtuvo el Premio Nóbel de Economía por sus descubrimientos acerca de la denominada
"Teoría de los Juegos".
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Si bien la película tenía características altamente emotivas, debido a la mezcla de
realidad y fantasía que el guión mostraba acerca de la vida de Nash, un detalle del
mismo no podía pasar inadvertido para quienes ejercemos la profesión de economistas.
Se trata sólo de un detalle, de un instante, de apenas un momento del film en el que el
protagonista asevera que descubrió, literalmente, que Adam Smith —el padre de la
economía —no tenía razón, cuando en el año 1776 en su obra La riqueza de las
naciones esbozó su tesis principal —y base fundamental de toda la teoría económica
moderna— de que el máximo nivel de bienestar social se genera cuando cada individuo,
en forma egoísta, persigue su bienestar individual, y nada más que ello. En la escena
siguiente de la película, el decano de la Universidad de Princeton, Mr. Herlinger, mira
azorado los desarrollos matemáticos mediante los cuales Nash expone ese
razonamiento acerca de Adam Smith y declara que, con ellos, más de un siglo y medio
de teoría económica se desvanecía.
Como economista me debía hacer una pregunta: ¿se trataba de una verdad o de
una alocada idea del guionista del film? Me puse a investigar, y lo bueno del caso es
que se trataba... de una verdad. Ahora bien, lo que llama muy poderosamente la
atención es que estas expresiones vertidas en la película hayan pasado inadvertidas
para miles y miles de economistas. Que el público corriente, que no pasó años enteros
estudiando economía, escuche que alguien descubrió que Adam Smith no tenía razón
en su tesis acerca de la panacea que significaba el individualismo para cualquier tipo de
sociedad, puede no llamar la atención, puede parecer hasta trivial. Pero a un
economista no se le puede escapar, si está en una posición realmente científica, la real
dimensión de lo que significaría la demolición del individualismo y de la libre
competencia como base central de la teoría económica.
Es necesario remarcar que Nash descubre que una sociedad maximiza su nivel de
bienestar cuando cada uno de sus individuos acciona en favor de su propio bienestar,
pero sin perder de vista también el de los demás integrantes del grupo. Demuestra
cómo un comportamiento puramente individualista puede producir en una sociedad una
especie de "ley de la selva" en la que todos los miembros terminan obteniendo menor
bienestar del que podrían. Con estas premisas, Nash profundiza los descubrimientos de
la Teoría de los Juegos, descubierta en la década del 30 por Von Neumann y
Morgestern, generando la posibilidad de mercados con múltiples niveles de equilibrio
según la actitud que tengan los diferentes jugadores, según haya o no una autoridad
externa al juego, según sea el juego cooperativo o no cooperativo entre los diferentes
jugadores. De esta manera, Nash ayuda a generar todo un aparato teórico que describe
la realidad en forma más acertada que la teoría económica clásica, y que tiene usos
múltiples en economía, política, diplomacia y geopolítica, a punto tal que puede explicar
e incluir el más sangriento de todos los juegos: la guerra.
Todo esto puede parecer difícil de entender. Pero no lo es. En el fondo, si se lo
piensa bien, los descubrimientos de Nash implican una verdad de Perogrullo. Por
ejemplo, tomemos el caso del fútbol. Supongamos un equipo en el que todos sus
jugadores intentan brillar con luz propia, jugar de delanteros y hacer el gol. Más que
compañeros, serán rivales entre sí. Un equipo de esas características será presa fácil
de cualquier otro que aplique una mínima estrategia lógica: que los once integrantes se
ayuden entre sí para vencer al rival. ¿Cuál cree el lector que será el equipo ganador?
6
Aun cuando el primer equipo tenga las mejores individualidades, es probable que
naufrague y que, incluso hasta individualmente, los miembros del segundo equipo
luzcan mejor. Esto, ni más ni menos, es lo que Nash descubre, en contraposición a
Adam Smith, que sugeriría que cada jugador "haga la suya".
A pesar de que se trata de un concepto muy básico, entonces, prácticamente nada
de la Teoría de los Juegos se enseña en general a los economistas, casi nada hay
escrito en otro idioma que no sea el inglés y, obviamente, lo escaso que se enseña en
carreras de grado y posgrado se hace sin formular la aclaración previa de que al
trabajar con la Teoría de los Juegos se usa un herramental más sofisticado y
aproximado a la realidad que con la teoría económica clásica. A punto tal llega esta
distorsión (dudaba ya en un principio si se trataba de una manipulación) que se silencia
que la gran teoría de Smith queda en realidad anulada por la falsedad de su hipótesis
basal, cosa demostrada por Nash.
En la carrera de economía, en la Argentina y en una vasta cantidad de países, tanto
en universidades privadas como en las públicas, se sigue enseñando desde el primer
día hasta el último que Adam Smith no sólo es el padre de la economía, sino que
además estaba en lo correcto con su hipótesis acerca del individualismo. Los
argumentos que se utilizan para explicar que supuestamente tenía razón se basan
generalmente en desarrollos teóricos anteriores al descubrimiento de Nash y en cierta
evidencia empírica percibida no sin una alta dosis de arbitrariedad. De ello resulta que
se contamina a la teoría económica —que debería constituir una ciencia— con una
visión ideológica, lo que instituye en ella todo lo contrario de lo que debería ser una
ciencia. Muchos de los profesores que día a día enseñan economía a sus alumnos ni
siquiera han sido informados de que hace más de medio siglo alguien descubrió que el
individualismo, lejos de conducir al mejor bienestar de una sociedad, puede producir un
grado menor, y muchas veces muy apreciablemente menor, de bienestar general e
individual que el que se podría conseguir por otros métodos de ayuda mutua.
¿Cómo puede explicarse esto, entonces? ¿Cómo es que nos venimos a enterar, a
través de una película, de que el presupuesto básico, fundamental, de la ciencia
económica es una hipótesis incorrecta? Peor aún, los descubrimientos de Nash fueron
efectuados a principios de la década del 50, hace ya más de medio siglo, y fueron
hechos nada menos que en Princeton, no en algún alejado lugar del planeta, sin
conexiones académicas con el resto de los economistas, los profesores y los
profesionales de la economía y las finanzas, factores que deben aumentar el grado de
sorpresa.
¿Cuál es el papel que podríamos esperar que desarrollen las mentes más
brillantes de una ciencia, si de repente alguien descubre matemáticamente que el propio
basamento fundamental de esa ciencia es incorrecto? Podría presuponerse que en tal
caso todos tendrían que frenar los desarrollos de las teorías que vienen sosteniendo o
generando, y las ideas sobre las cuales están trabajando, para ponerse a repensar las
bases fundamentales de la teoría, admitiendo que en realidad se sabe mucho menos de
lo que creía saberse hasta la aparición del descubrimiento. Se comenzaría así a trabajar
para dotar de nuevas bases y fundamentos a la ciencia cuya premisa fundamental
acaba de desvanecerse. Ésta sería la lógica, sobre todo si se tiene en cuenta que, en lo
7
relativo a la economía, las conclusiones de una teoría, y los consejos que a raíz de ella
puedan dar los economistas, y las medidas que finalmente encaran los gobiernos y las
empresas de hecho alteran la riqueza, el trabajo y la vida diaria de millones y millones
de personas. Los efectos sobre la humanidad pueden ser mayores que en otras
ciencias. Cuando se hacen recomendaciones económicas, se está tocando directa o
indirectamente el destino de millones de personas, lo que debería imponer el cuidado y
la prudencia, no sólo en quienes elaboran las políticas económicas sino también en
quienes opinan y aconsejan.
Por lo tanto, el descubrimiento de Nash acerca de la falsedad de la teoría de Adam
Smith debería haber puesto en estado de alerta y en emergencia a la comunidad de los
economistas en el planeta entero. Ello, por supuesto, no ocurrió, en buena medida
debido a que sólo un reducido núcleo de profesionales de la economía se enteró a
inicios de los años '50 de la verdadera profundidad de los descubrimientos de Nash.
Puede pensarse, entonces, que un saludable revisionismo sería una verdadera
actitud científica frente a lo acontecido. Sin embargo, nada de esto ocurrió ni ocurre en
la economía. Los economistas, no sólo en carreras de grado, sino también en las de
posgrado, tanto en Argentina como en el exterior, no reciben información alguna acerca
de que la base fundamental de la economía es una hipótesis demostrada incorrecta,
nada menos que desde las propias matemáticas. Además de carecer de información
alguna en ese sentido, se les enseña enormes dosis de teorías y modelos económicos
desarrollados desde la década del 50, precisamente cuando ya esa incorrección se
conocía en pequeños e influyentes núcleos académicos, los que no sólo entronizan la
premisa básica del individualismo smithsoniano, sino que intentan universalizar para
todo momento del tiempo y del espacio los desarrollos económicos clásicos y
neoclásicos iniciados por el propio Smith.
Quien crea que esto no tiene consecuencias se equivoca gravemente. Habría que
preguntarse, por ejemplo, si la propia globalización hubiera sido posible, en su actual
dimensión, en el caso de que los descubrimientos de Nash hubieran tenido la
repercusión que merecían, si los medios de comunicación los hubieran difundido y si
muchos de los economistas considerados más prestigiosos del mundo, muchas veces
financiados por universidades norteamericanas que deben su existencia a grandes
empresas del sector privado, no los hubieran dejado "olvidados" en el closet. Si hubiera
habido en su debido momento un revisionismo a fondo a partir de los descubrimientos
de Nash, quizás hoy tendríamos Estados nacionales mucho más fuertes, reguladores y
poderosos de lo que, tras una década de globalización, resultan.
Un punto central que se debe tener en cuenta, que asocié a poco de comenzar a
investigar el tema, es que, en forma prácticamente simultánea a los descubrimientos de
Nash, dos economistas, Lipsey y Lancaster, descubrieron el denominado "Teorema del
Segundo Mejor". Este descubrimiento enuncia que si una economía, debido a las
restricciones propias que ocurren en el mundo real, no puede funcionar en el punto
óptimo de plena libertad y competencia perfecta para todos sus actores, entonces no se
sabe a priori qué nivel de regulaciones e intervenciones estatales necesitará ese país
para funcionar lo mejor posible. En otras palabras, lo que Lipsey y Lancaster
descubrieron es que es posible que un país funcione mejor con una mayor cantidad de
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restricciones e interferencias estatales, que sin ellas. O sea que bien podría ser
necesaria una muy intensa actividad estatal en la economía para que todo funcione
mejor. Lo que se pensaba hasta ese momento era que si el óptimo era inalcanzable
porque el "mundo real" no es igual al frío mundo de la teoría, entonces el punto
inmediato mejor para un país era el de la menor cantidad de restricciones posibles al
funcionamiento de plena libertad económica. Pues bien, Lipsey y Lancaster
derrumbaron hace más de medio siglo ese preconcepto. Como consecuencia directa de
ello, reaparecen en el centro de la escena temas como aranceles a la importación de
bienes, subsidios a la exportación y a determinados sectores sociales, impuestos
diferenciales, restricciones al movimiento de capitales, regulaciones financieras,
etcétera.
Al igual que lo ocurrido con la Teoría de los Juegos, el Teorema del Segundo Mejor
apenas se explica a los economistas en universidades públicas y privadas. Aun cuando
sus implicancias son enormes, generalmente se lo da por sabido en sólo una clase, en
apenas una media hora, y se pasa a otro tema. Resulta casi una "rareza" exótica
insertada en los programas de estudio, una curiosidad a la que no se le suele dar
demasiada importancia. Craso error.
Un caso típico es el de la ex Unión Soviética. Gorbachov en su momento decidió
desregular, privatizar y abrir la economía eliminando rápidamente la mayor cantidad de
barreras posibles a la libre competencia. No le fue bien. Lejos de progresar
rápidamente, la economía rusa cayó en una de las peores crisis de su historia. Si se
hubieran aplicado los postulados de Lipsey y Lancaster, se habría tenido más cautela y
muy probablemente las cosas no habrían salido tan mal.
Si combináramos los descubrimientos de Nash, Lipsey y Lancaster, lo que
obtendríamos es que no puede establecerse a ciencia cierta, y de antemano, qué resulta
mejor para un determinado país, sino que ello dependerá de una gran cantidad de
variables. Por lo tanto, toda universalización de recomendaciones económicas es
incorrecta. No se puede dar el mismo consejo económico (por ejemplo, privatizar o
desregular o eliminar el déficit fiscal) para todo país y en todo momento. Sin embargo,
esto es lo que precisamente se ha venido haciendo cada vez con más intensidad, sobre
todo desde los años '90, cuando, al ritmo de la globalización, se han encontrado recetas
que se han enseñado como universales, como verdades reveladas, que todo país debe
siempre aplicar.
Puede resultar extraño, pero probablemente no lo sea: un descubrimiento
fundamental que hubiera cambiado la historia de la teoría económica, y hasta hubiera
dificultado la aparición de la globalización, no tuvo prácticamente difusión alguna más
que en un muy reducido núcleo de economistas académicos residentes en Estados
Unidos, por lo que se impuso la ideología falsa con la que muchos gobiernos, en
muchos casos sin saberlo, toman decisiones económicas. Mientras estas teorías no
recibían el grado de atención adecuada por la profesión de los economistas, por los
diseñadores de políticas gubernamentales y por la población en general, empezaron a
cobrar, en aquel mismo momento, a partir de los años '50 y '60, una gran difusión en los
medios de comunicación las teorías desarrolladas en la Universidad de Chicago. Nada
menos que la misma casa de estudios que había albergado en su sede al italiano Enrico
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Fermi con el fin de que desarrollara la bomba atómica financió en materia económica a
Milton Friedman, también premio Nobel en Economía, quien comienza a desarrollar en
los mismos años '50 la denominada "Escuela Monetarista". Luego de más de una
década de estudios, Friedman y sus seguidores llegan a la conclusión de que la
actividad del Estado en la economía debe reducirse a una sola premisa básica: emitir
dinero al mismo ritmo en que la economía está creciendo. O sea, si un determinado país
naturalmente crece al 5% anual, para Friedman, su Banco Central debe emitir moneda a
ese mismo ritmo. Si, en cambio, crece naturalmente al 1% anual, debe emitir moneda
sólo al 1% anual. La lógica intrínseca de este razonamiento es que el dinero sirve como
lubricante de la economía real. Por lo tanto, si una economía en forma natural crece muy
rápidamente, necesita que el Banco Central de dicho país genere más medios de pago
que si está estancada. En el fondo, la recomendación de Milton Friedman es que cada
país mantenga una relación constante entre cantidad de dinero y PBI. Toda otra política
económica estatal es desaconsejada por Friedman.
La Escuela Monetarista tuvo un enorme grado de difusión en todo el mundo, aun
cuando los bancos centrales de los principales países desarrollados jamás aplicaron los
consejos de Friedman, con la sola excepción de Margaret Thatcher, que, tras un breve
período de aplicación de unos cuantos meses de las políticas monetaristas en
Inglaterra, necesitó ganar una guerra (la de Malvinas) para recuperar la popularidad
perdida por los desastrosos resultados de ella, que habían elevado el desempleo en
Inglaterra a niveles pocas veces vistos —nada menos que el 14%—, sin siquiera acabar
por ello con la inflación. Fue el único y muy breve caso de aplicación de las recetas de
esta escuela en países desarrollados. Sin embargo, las presiones para que naciones en
vías de desarrollo como la Argentina apliquen estas políticas siempre han sido muy
fuertes.
Cabe aclarar que hay generalmente dos clases de personas para las cuales las
fórmulas de Friedman han resultado de una atracción poco menos que irresistible: se
trata de teóricos en economía en primer lugar, y en segundo, grandes empresarios. Pero
ambos, por motivos bien diferentes. Para muchos economistas teóricos, la atracción que
producían las teorías de Friedman provenían de la sencillez de su recomendación:
"Emita moneda al ritmo que usted crece". Además, el carácter universal de esta premisa
básica acercaba, en la mente un tanto"distorsionada" de muchos profesionales en la
materia, la economía a las ciencias duras: a la física y a la química, objetivo que
muchos de los economistas más renombrados del siglo XX han perseguido, en la
creencia de que una ciencia es más seria si logra encontrar fórmulas de aplicación
universal al estilo de lo que la ley de gravedad es en la física.
Milton Friedman parecía proporcionar precisamente eso: una ley de aplicación
universal al campo económico. Bien podríamos discutir si esta quimera, perseguida por
muchos economistas, no es en el fondo nada más que un peligroso reduccionismo, dado
que las ciencias sociales no se mueven con los mismos parámetros que las ciencias
exactas.
Pero no todos quienes fueron atraídos por las teorías de Friedman lo hacían por
esos motivos: una buena parte del establishment veía en la generación y en la
aplicación de este tipo de teorías la posibilidad de derrumbar un gran número de trabas
10
y regulaciones estatales en muchos países, pudiendo así ensanchar su base de
negocios a zonas del planeta que permanecían ajenas a su actividad. Esto explica el
alto perfil que alcanzaron las teorías monetaristas, a pesar de estar fundadas en los
incorrectos supuestos de Adam Smith antes mencionados, y su presencia constante en
los medios de comunicación, muchas veces propiedad de ese mismo establishment.
El hecho de que el establishment de los países desarrollados hiciera enormes loas
a esas teorías, pero los gobiernos de esos mismos países desarrollados no aplicaran
para sí las teorías monetaristas, no fue un obstáculo para que muchos de los más
poderosos empresarios presionaran a gobernantes de países periféricos para que
aplicaran las tesis de Milton Friedman. Un típico caso de ello fue el de la Argentina de la
época de Martínez de Hoz, cuyo gobierno aceptó las presiones de buena parte del
empresariado financiero internacional para producir la política económica de la era
militar de Videla Martínez de Hoz(1).
(1) En viajes a la Argentina, y en traslados a EE.UU. de Martínez de Hoz, David
Rockefeller le habría impartido órdenes en forma personal de los lineamientos básicos
que la economía argentina debía observar. Se trata del mismo personaje que felicitó al
ex presidente De la Rúa por el nombramiento de Domingo Cavallo en el Ministerio de
Economía en 2001, expresando a la prensa su beneplácito con la frase: "Cavallo sabe
que hay que ajustarse el cinturón".
Mientras los descubrimientos de Nash, Lipsey y Lancaster permanecían ocultos
para el gran público y apenas diseminados entre los propios profesionales en economía,
teorías íntegramente basadas en los supuestos básicos de Adam Smith, y que Nash
demostró que se hallaban equivocadas, como la monetarista de Milton Friedman, no
sólo recibían una enorme difusión en los medios de comunicación, sino que además
contaban con el beneplácito del establishment, y comenzaban a hacer estragos en
países tomados como laboratorios, todo ello a pesar de que al basarse íntegramente en
los presupuestos de Smith, de antemano los principales académicos de EE.UU. no
podían desconocer que se trataba de teorías económicas fundadas en supuestos
incorrectos, por lo que sus chances iniciales de éxito eran casi nulas.
Desde los años '60 hasta la fecha, la Escuela Monetarista y su hija directa, la
Escuela de Expectativas Racionales, de Robert Lucas, han ocupado el centro de la
escena en universidades, centros de estudio y medios de comunicación. La Escuela de
Expectativas Racionales reduce aún más el papel para el Estado de lo que ya lo había
hecho la Escuela Monetarista. Un país, según Lucas, no debe hacer nada más allá de
cerrar su presupuesto sin déficit. Si el desempleo es de dos dígitos, no debe hacer
nada. Si la gente literalmente se muere de hambre, no debe hacer nada. Un buen
ministro —para esa escuela— debe dejar en "piloto automático" a la economía de un
país, y sólo debe preocuparse de que el gasto público esté íntegramente financiado con
recaudación de impuestos.
Robert Lucas, de profesión ingeniero, también en la Universidad de Chicago, tras
una década de abstrusos cálculos matemáticos, basados íntegramente en la hipótesis
fundamental de Adam Smith, llega a la conclusión de que cualquier país, en cualquier
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momento del tiempo, ni siquiera debe emitir dinero al mismo ritmo que crece. De esta
manera, hasta la regla de oro de Milton Friedman es abolida por esta escuela cuyo auge
intelectual se ubicó en la década del '80. La hipótesis fundamental de Robert Lucas es
que el ser humano posee perfecta racionalidad y toma sus decisiones económicas sobre
la base de ella. Esta hipótesis psicológica fue duramente criticada, pero Lucas y sus
seguidores se escudaron en el razonamiento de que no hacía falta que cada uno de los
operadores económicos fuera perfectamente racional, sino que sólo era necesario que
el promedio de los operadores económicos se comportara con perfecta racionalidad
para que sus teorías fueran válidas.
Esto implica transformar la hipótesis psicológica de la perfecta racionalidad en una
hipótesis sociológica: se supone que los desvíos en la racionalidad humana, en una
sociedad, se compensan entre si. Se trata, como se ve, de un supuesto exótico,
rarísimo, pero a la vez tan central en la teoría de Lucas, que si se cae, nada en ella
permanece en pie. Es extraño que esto haya ocurrido, sobre todo a la luz de los
descubrimientos de otro economista, Gary Becker (Nóbel en 1992), quien descubrió
matemáticamente que las preferencias individuales no son agregables (o sea, no puede
obtenerse una función de preferencias sociales a partir de la adición de las individuales,
dado que estas últimas no pueden sumarse). Con este descubrimiento Becker lanzó un
verdadero misil a toda la denominada "teoría de la utilidad", que es la base subyacente
en las teorías económicas de Chicago y termina de derrumbar mucho más que todo el
aparato teórico de Chicago.
A pesar de ello, y como con Nash y Lipsey, los "científicos" que estaban creando
las escuelas de Chicago no parecen haber efectuado acuse de recibo alguno. Para
Lucas, todas las sociedades del mundo, en todo momento del tiempo, toman sus
decisiones económicas con perfecta racionalidad. Las decisiones de consumo, ahorro,
inversión se hacen, según Lucas, sabiendo perfectamente bien qué es lo que el
gobierno está haciendo en materia económica. Por lo tanto, para Lucas y su gente,
cualquier iniciativa estatal para cambiar el rumbo natural con el que una economía se
mueve no sólo es inútil sino contraproducente. Es así que Lucas y su gente llegaron a la
conclusión de que lo mejor que puede hacer todo gobierno del mundo en cualquier
momento, en materia económica, es no realizar nada que no sea mantener el equilibrio
fiscal.
Es difícil entender cómo puede ser que estas ideas, extrañas por cierto, hayan
acaparado la atención de economistas y de los medios de comunicación de la manera
que lo hicieron. En el caso específico de la Argentina, pertenecer a la corriente de la
Escuela de Expectativas Racionales durante los años '80 y '90 se transformó,
directamente, en una moda ineludible para muchos economistas. Cualquier economista
que no perteneciera a esta corriente y que abjurara de ella era visto poco menos que
como un dinosaurio. Nadie se preguntaba, y es muy raro que así haya ocurrido, cómo
puede ser que la teoría económica de todo el planeta estuviera en manos de un
ingeniero puesto a esbozar teorías psicológicas (disciplina alejadísima de la ingeniería),
ultra especializado en matemáticas. Pero así ocurrió. Nadie sabe muy bien, tampoco, de
dónde salió el argumento de que el promedio de cualquier sociedad se comporta de
manera perfectamente racional. Si nos detenemos a pensar un minuto sobre todo esto,
podríamos llegar fácilmente a la conclusión de que si estas teorías eran tomadas en
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serio por muchos de quienes eran considerados los más idóneos profesionales en
economía, fue exclusivamente porque se habían elaborado en una universidad
considerada muy prestigiosa. Sin el sello de Chicago, las teorías de Lucas
probablemente hubieran causado hilaridad y hubieran mandado al ingeniero a construir
puentes o edificios, en vez de intentar explicar cómo funciona la economía mundial y la
psiquis promedio de toda sociedad. Para Lucas, entonces, si los gobiernos no se meten
con la economía, ésta logra muy fácilmente el pleno empleo: todo es cuestión de que
los gobernantes levanten todo tipo de restricciones a la competencia perfecta y cuiden
que no haya déficit fiscal. Nada más que eso, y en forma mágica, se llega al pleno
empleo.
Y no sólo al pleno empleo, sino también a los mejores salarios posibles para toda
la masa laboral, de cualquier país del mundo, en cualquier momento del tiempo. La
implicancia de esto es en el fondo grotesca: Lucas nos quiere hacer creer que la tasa de
crecimiento demográfico en cualquier país iguala, en poco tiempo, la tasa de generación
de empleo. Que es lo mismo que decir que la gente opta por reproducirse al mismo
ritmo en que se ponen avisos clasificados en búsqueda de obreros y empleados en los
diarios. Como se ve, una verdadera aberración, de tamaño supino, si se tiene en cuenta
que además se transforma esa creencia en postulado universal. No es difícil entender
por qué de la mano de Robert Lucas llegamos a una conclusión tan disparatada si
consideramos que el ingeniero parte de hipótesis equivocadas tanto porque se basa en
el individualismo de Adam Smith, como en hipótesis psicológicas sui generis.
Sin embargo, habría una forma de pensar que Lucas podía tener algo de razón.
Ello se da si pensamos la existencia humana con un criterio malthusiano: Thomas
Robert Malthus, ensayista inglés del siglo XIX, pensaba que mientras las poblaciones
humanas se multiplican en forma geométrica, las subsistencias lo hacen sólo
aritméticamente. Por lo tanto, la sobrepoblación era, para Malthus, el peor peligro que
acechaba al planeta. De esta manera, las guerras, las hambrunas o las epidemias eran
"sanos" métodos de corregir el fantasma de la sobrepoblación. Si bien el tiempo no dio
la razón a Malthus, y la población mundial ha crecido increíblemente en los últimos dos
siglos. A pesar de ello, el establishment norteamericano es un ferviente creyente de las
ideas malthusianas. Baste con señalar que el obsequio que el presidente George Bush
le hizo al presidente argentino Kirchner en su visita a Washington DC no fue otro que la
principal obra de Malthus, llamada Un ensayo sobre el principio de la población, del año
1798.
El corolario de la teoría de Lucas es entonces que en forma universal la tasa de
crecimiento demográfico iguala la tasa degeneración de empleo. Por lo tanto, dado que
la tasa de crecimiento demográfico no es otra cosa que la tasa de natalidad menos la de
mortalidad, si esta última es rápidamente variable, y la gente muere a medida que
desaparece el empleo, o vive más si se le ofrece trabajo, podríamos ubicarnos casi
siempre en una especie de "pleno empleo", según Lucas. Si se posee una filosofía
malthusiana, es por supuesto mucho más fácil creer en la Escuela de las Expectativas
Racionales.
¿Por qué el establishment, la élite norteamericana, es creyente de Malthus, aun
cuando la realidad demostró que no estaba en lo correcto? Porque estiman que es sólo
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una cuestión de tiempo, hasta que Malthus esté en lo correcto. Como la energía del
planeta está basada en recursos no renovables, lo que buena parte del establishment
anglonorteamericano cree es que, a medida que el petróleo se agote, Malthus irá
teniendo razón. Si no hay energía disponible para transportar los alimentos o para
producirlos, una buena parte de la población podría estar destinada a desaparecer. Todo
sería cuestión de determinar quienes, y para ello, la élite de negocios norteamericana
usa la teoría de otro inglés famoso Charles Darwin. Darwin fue el creador de la Teoría
de la Selección Natural. Esta teoría predica que las especies más aptas, que mejor se
amoldan al medio, sobreviven y se reproducen, y las menos aptas perecen y se
extinguen. Aplicar una combinación de las principales tesis de Malthus y Darwin a las
sociedades implica adoptar una posición racista, en forma sistemática.
En lo que atañe al petróleo, elemento central en esa línea de pensamiento, muy
poca información acerca de sus cantidades, distribución geográfica e ideas para
reemplazarlo se suele divulgar en forma masiva en los medios de comunicación. Pensar
en reemplazar la tecnología del petróleo por otra, desde el punto de vista económico,
presenta más de un riesgo —que habrá que correr—. Requiere pensar la situación que
puede desatarse en los mercados financieros con mucha anticipación, dado que un
eventual reemplazante barato del petróleo podría poner en un riesgo elevado la salud
financiera de los enormes pulpos petroleros y, por lo tanto, de los mercados financieros
en su conjunto. Por otro lado, un reemplazante muy barato y abundante del petróleo
podría sacar de forma inmediata de la pobreza a millones de personas.
Volviendo a la Escuela de Expectativas Racionales, si bien por obvios motivos
ningún país desarrollado aplicó o aplica las tesis de Robert Lucas, Argentina sí lo hizo.
El llamado "piloto automático", con el que se movían los ex ministros Cavallo,
Fernández y Machinea, no era otra cosa que la admisión de que el Estado iba a
desentenderse de la crisis de empleo que vivía la Argentina en los '90, y el mensaje que
los argentinos recibían desde los medios de comunicación, en forma masiva, de parte
de autoridades y de economistas presuntamente independientes, era que no había que
hacer nada porque la situación del empleo se solucionaba sola. No es casual que
Robert Lucas visitara la Argentina en 1996, invitado en forma especial por la principal
usina de la Escuela de Expectativas Racionales de la Argentina: el CEMA, y hasta
conociera al entonces presidente Menem en la quinta presidencial de Olivos, lo que
marca hasta qué punto esta verdadera secta de la economía caló hondo en la Argentina.
Quien se pregunte por qué en la Argentina estas ideas han tenido mucha más
aplicación que en otros países puede encontrar una respuesta al alcance de la mano
desde los años '60, la Argentina padeció crónicamente altas tasas de inflación, y hasta
llegó al exceso de padecer dos cortas hiperinflaciones en 1989. Dado que las teorías
desarrolladas en la Universidad de Chicago, tanto la de Friedman como la de Lucas,
venían etiquetadas como el más poderoso antídoto contra la inflación, los economistas
argentinos adoptaron, en general, un sesgo mucho más pronunciado que sus pares de
otros países del mundo a favor de las teorías de Chicago, sin ejercer el pensamiento
crítico, simplemente porque esas ideas venían de Chicago. Muchos de los más
conocidos de nuestros economistas incluso estudiaron allí, y luego han diseminado en la
Argentina esas ideas. No es casual entonces que desde hace varios años este país
ostente el raro récord mundial de desempleo y subempleo, los que, sumados, arrojan
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durante largos años guarismos superiores al 30%. Lo curioso del caso es que
generalmente se enseña en las universidades de todo el mundo que la Escuela
Monetarista surgió como una respuesta a las altas tasas de inflación que los elevados
déficit presupuestarios causaban en vastas partes del planeta. Sin embargo, si se revisa
la historia, se observa que en los años '50 e inicios de los '60 en Estados Unidos
prácticamente no había inflación y en la gran mayoría de los países desarrollados las
tasas de inflación eran relativamente bajas, de un solo dígito anual. Habría que
cuestionar, entonces, el supuesto origen anti-inflacionario de las teorías de Chicago,
dado que la inflación no era un problema en los países desarrollados en el momento en
que estas teorías empezaron a surgir. Queda por ahora en la nebulosa, entonces, la
verdadera causa de estas, teorías, precursoras en la realidad de la globalización.
Cuando se gestaron, la inflación sólo era un problema grave en países envías de
desarrollo. ¿Habrá sido acaso un gesto de filantropía del establishment norteamericano
hacía los países pobres dedicar tantos recursos a la generación de "las escuelas de
Chicago"?
En resumen de cuentas, desde al menos los años '50, la teoría económica se viene
manejando de una manera no sólo muy poco profesional sino además acientífica, casi
como si se tratara de la astrología o de alguna otra disciplina cuyos basamentos
fundamentales no pueden explicarse racionalmente. Descubrimientos científicos de gran
envergadura, cuya difusión hubiera podido cambiar la historia de la globalización y
detener sus peores consecuencias, fueron prolijamente ocultados hasta a los propios
economistas, mientras que teorías basadas de antemano en hipótesis probadas
matemáticamente como falsas fueron diseminadas no solamente entre los profesionales
en economía, sino también en los medios de comunicación, y hasta fueron aplicadas en
los lugares del mundo en los que ello ha sido posible, donde había un ambiente
receptivo favorable, como en América latina.
Se nos había enseñado que el sistema de universidades norteamericano era el
más desarrollado del mundo, que su actitud hacia el conocimiento científico era frío e
imparcial. Que la ciencia progresaba en estas universidades independientemente
depresiones políticas y de conveniencias económicas y empresariales. ¿Cómo pudo
ocurrir esto, entonces? Un detalle no menor que se debe tener en cuenta es que las dos
escuelas mencionadas se originaron, desarrollaron y expandieron desde la Universidad
de Chicago, recibiendo fuertes dosis de financiamiento de esa casa de estudios. El
financiamiento no se detuvo sólo en pagar los elevados salarios de los investigadores
que desarrollaban las teorías monetaristas y de expectativas racionales en ese recinto
académico, sino que además también abarcó la costosa campaña de difusión de estas
ideas en los medios de comunicación. Es necesario tener en cuenta que, aunque
alguien pueda llegar a un descubrimiento tipo "pólvora económica", sin el dinero
suficiente para diseminar esa idea en los medios de comunicación no hay forma alguna
de que el conocimiento en cuestión tome estado público.
Es evidente, entonces, que ha habido poderosos intereses atrás de las teorías de
la denominada Escuela de Chicago, que han constituido el basamento para lo que hoy
es la globalización, aun cuando se trataba, ni más ni menos, que de un saber falso.
¿Qué intereses están atrás de la Universidad de Chicago? Pues bien, fue fundada por el
magnate petrolero John D. Rockefeller I, creador además del mayor monopolio
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petrolífero del mundo: la Standard Oil. Esa casa de estudios superiores ha sido siempre
un baluarte de la industria petrolera. Pero el control de una alta casa de estudios como
la Universidad de Chicago por sí solo no hubiera bastado, en medio de un contexto
intelectual muy independiente, para imponer las ideas de Milton Friedman y Robert
Lucas de la manera en que se hizo. Si hubiera existido un contexto intelectual realmente
independiente, habrían aparecido fuertes críticas a los supuestos psicológicos y
sociológicos que el ingeniero Lucas introducía en sus teorías. ¿Por qué, entonces, el
nivel de críticas que recibió la Escuela de Expectativas Racionales no llegó a ser muy
importante? Pues bien, la industria petrolera no sólo fundó la Universidad de Chicago
sino que controla, en forma directa o indirecta, al menos a las universidades de Harvard,
New York, Columbia y Stanford, y además está presente en otras muchas
universidades. Es usual que muchos de los directivos de estas casas de estudios
superiores alternen tareas en empresas petroleras o en instituciones financieras muy
relacionadas con dicho sector.
Precisamente por eso no debe llamar la atención tanto que las teorías clásicas de
la economía y sus derivadas (Friedman, Lucas, etc.) den prácticamente un trato
uniforme a todos los mercados, de todos los bienes, en todos los países y en todo
momento, sin hacer distinción entre ellos. ¿Por qué? Hay bienes que se pueden producir
y otros cuya capacidad de producción es limitada: hay recursos renovables y otros no
renovables. Precisamente el petróleo es un recurso no renovable, por lo que su mercado
es de características especiales. A pesar de ello, es una cuestión que escapa al
tratamiento que se le da usualmente en la teoría económica: la teoría suele tratarlo
como si fuera un mercado más. La cantidad de petróleo que hay en la Tierra es finita y
limitada. Más aún si se tiene en cuenta que, al tratarse de la principal fuente de energía
utilizada hoy en el planeta, una eventual brusca escasez no podría ser subsanada
mediante el uso de otras fuentes de energía, al menos en forma rápida. Por lo tanto, los
efectos de lo que ocurre en el mercado petrolero pueden trasladarse con fenomenal
rapidez a todos los otros mercados. Pero los defectos de la Escuela de Chicago no se
reducen a desconocer esto y a negar los descubrimientos de Nash, Lipsey y Lancaster.
Es llamativo el hecho de que el propio producto, de características particulares, cuya
explotación permitió la fundación de la propia universidad, y el control de otras tantas,
es un bien que no fue tratado en la teoría de una manera especial al ser un recurso no
renovable, por Friedman y Lucas, quienes tampoco tienen en cuenta que precisamente
el petróleo es el bien cuyo mercado ostenta el mayor nivel de cartelización del mundo.
Paradójicamente, entonces, quienes intentaron ejercer un verdadero oligopolio en el
estratégico mercado de la energía fomentaron la creación y difusión de teorías
económicas basadas en la libre competencia, la ausencia de regulaciones estatales, el
paraíso del consumidor y la competencia constante entre sí de una enorme gama de
productores que sólo tienen en teoría una ganancia exigua que realizar.
Ahora comenzaba a quedarme más claro por qué, y debido a quién es, el principal
descubrimiento de Nash había permanecido bastante oculto y, al mismo tiempo,
aparecía como un enigma el verdadero estado de situación del mercado petrolero,
sobre todo a la luz de las guerras ocurridas en el siglo XXI.
BIBLIOGRAFÍA
16
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Teoría del Segundo Mejor:
-www.internationalecon.com
-www.uchicag.edu

Mi elección es perder.

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